Vv. 1—6. Los cielos declaran la gloria de Dios y proclaman su sabiduría, poder y bondad, para que
todos los impíos queden sin excusa. Por sí mismos los cielos dicen ser obras de las manos de Dios,
porque deben tener un Creador eterno, infinitamente sabio, poderoso y bueno. El contraste de día y
noche es una gran prueba del poder de Dios y nos llama a observar que en el reino de la naturaleza,
como en el de la providencia, Él forma la luz y crea la oscuridad, Isaías xlv, 7, y contrapone la una a
la otra. El sol del firmamento es un emblema del Sol de justicia, el Esposo de la iglesia, y la Luz del
mundo, que por su evangelio difunde luz y salvación divinas a las naciones de la tierra.
Él se deleita en bendecir a su iglesia con la cual se ha desposado; y su curso será inagotable como el del sol hasta
que toda la tierra esté llena con su luz y su salvación. Oremos por la época en que Él iluminará,
alegrará y hará fértil a toda nación de la tierra con esa bendita salvación. —No hay lenguaje ni
palabras, así entienden algunos, pero se oye su voz.
Todo pueblo puede oír en su propio idioma a los predicadores que cuentan las obras maravillosas de Dios. Demos la gloria a Dios por todo consuelo y provecho que tenemos por las luces del cielo, aun mirando arriba y más allá de ellas hacia el Sol de
justicia.