Estudio Biblico
La mayoría de nosotros tenemos cierta idea de lo que es estar enamorado. Cuando estamos separados, constantemente pensamos en el objeto de nuestro afecto, y esperamos la oportunidad de pasar tiempo junto a esa persona. Muchas veces contamos anécdotas y describimos sus atributos maravillosos a quienes nos rodean. Es decir, elogiamos a nuestro ser querido.
Primera de Samuel 13.14 describe al rey David como un hombre conforme al corazón de Dios. Una de las maneras en que él buscaba honrar a su amado Señor era dándole alabanza. El libro de los Salmos registra su adoración en palabras, tales como: “Porque tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán” (63.3). David también se entregaba a Dios por medio de la danza, expresándole su pasión y su devoción, sin importarle lo que pensaran los demás (2 S 6.14).
¿Amamos a Dios con el mismo entusiasmo que demostraba David? Por supuesto, algunas personas son más propensas a las demostraciones de fervor o de emociones que otras, pero muchos permitimos que nuestra alabanza sea sofocada por vergüenza. Creyentes tímidos se preguntan qué pensarán quienes les rodean si cantan en voz alta. A otros les preocupa que sus compañeros de trabajo o amigos les consideren fanáticos si hablan de Dios.
El Señor es digno de alabanza. Él es nuestro amigo, roca y protector. Además, ¡nos salvó de la muerte! Si nos dejamos atrapar por la opinión de los demás, olvidaremos que la opinión de Dios es la única que importa. No deje que el temor le impida alabar al Señor. Dele a Dios lo que se merece.
150:2 Alabadle por sus proezas;Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.
150:3 Alabadle a son de bocina;Alabadle con salterio y arpa.
150:4 Alabadle con pandero y danza;Alabadle con cuerdas y flautas.
150:5 Alabadle con címbalos resonantes;Alabadle con címbalos de júbilo.
150:6 Todo lo que respira alabe a JAH.Aleluya.