Vv. 18—25. Los sufrimientos de los santos golpean, pero no más hondo que las cosas del
tiempo, sólo duran el tiempo actual, son aflicciones leves y sólo pasajeras. ¡Cuán diferentes son la
sentencia de la palabra y el sentimiento del mundo respecto de los sufrimientos de este tiempo
presente! Indudablemente toda la creación espera con anhelosa expectativa el período en que se
manifiesten los hijos de Dios en la gloria preparada para ellos. Hay impureza, deformidad y
enfermedad que sobrevinieron a la criatura por la caída del hombre. Hay enemistad de una criatura
contra otra. Son utilizadas, más bien se abusa de ellas, por el hombre como instrumentos de pecado.
Sin embargo, este estado deplorable de la creación está “con esperanza”. Dios lo librará de estar así
mantenida en esclavitud por la depravación del hombre. Las miserias de la raza humana, por medio
de la maldad propia de cada uno y de unos con otros, declaran que el mundo no siempre continúa
como está. —Que nosotros hayamos recibido las primicias del Espíritu, vivifica nuestros deseos,
anima nuestras esperanzas y eleva nuestra expectativa. El pecado fue y es la causa culpable de todo
el sufrimiento que existe en la creación de Dios. El pecado trajo los ayes de la tierra; enciende las
llamas del infierno. En cuanto al hombre, ninguna lágrima ha sido derramada, ningún lamento se ha
emitido, ninguna punzada se ha sentido, en cuerpo o mente, que no haya procedido del pecado. Esto
no es todo: hay que considerar que el pecado afecta la gloria de Dios. ¡Con cuánta temeridad,
temible, mira el grueso de la humanidad a esto! —Los creyentes han sido llevados a un estado de
seguridad, pero su consuelo consiste más bien en esperanza que en deleite. No pueden ser sacados de
esta esperanza por la expectativa vana de hallar satisfacción en las cosas del tiempo y de los
sentidos. Necesitamos paciencia, nuestro camino es áspero y largo, pero el que ha de venir, vendrá
aunque parezca que tarda.