Los seres humanos nacemos con un maravilloso regalo de Dios: la conciencia. Dado que sus advertencias pueden causar incomodidad, quizás nunca haya pensado en que sea una bendición. Pero el Señor tenía en mente nuestro beneficio y protección cuando creó este observador interno de nuestra conducta. Al escuchar sus indicaciones, estamos protegidos de tomar decisiones que podrían hacernos daño.
Y usted, ¿puede confiar en su conciencia para que le guíe a la hora de tomar decisiones? Dios hizo que la conciencia actuara como un sistema de alarma para advertirnos y protegernos del pecado. Sin embargo, muchas de nuestras decisiones no son de naturaleza moral, por lo que necesitamos una fuente de dirección aun más confiable.
Por eso el Señor nos ha dado al Espíritu Santo, quien nos guía con precisión en cualquier tipo de decisión que debamos tomar. No solo trabaja a través de la conciencia para hacernos conscientes del pecado, sino que también nos ayuda a elegir entre lo bueno y lo mejor. Cuando escuchamos su voz y obedecemos sus advertencias, purifica y agudiza nuestra conciencia para que se alinee con más exactitud a la Palabra y la voluntad de Dios.
El único problema es que la conciencia puede ser moldeada por nuestras respuestas. Cuando rechazamos o ignoramos sus indicaciones una y otra vez, podemos dañar su confiabilidad, y entonces los pecados que deberían molestarnos podrían ni siquiera registrarse. Pero al prestar atención a sus advertencias, la conciencia se vuelve más nítida y sensible, protegiéndonos de una manera más efectiva. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé sabiduría y discernimiento para poder escuchar sus indicaciones a nuestra conciencia.