Tenemos un Dios de orden. El orden que Dios ha establecido para todas las cosas se aplica también al matrimonio: un hombre, una mujer, para toda la vida. En esta sociedad hipersexualizada en la que vivimos, las cosas no son así, sin embargo. El orden de Dios para el matrimonio está completamente trastocado y estamos en un momento en el que a lo bueno se llama malo y a lo malo se llama bueno. Isaías 5:20-21 “¡!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!”
El hombre, sabio en su propia opinión, decide por sí mismo qué está bien y qué está mal. El hombre ha decidido, en muchos casos, que el adulterio, el libertinaje y el sexo fuera del matrimonio están bien – es lo moderno, lo actual, lo que todo el mundo hace y que el matrimonio para toda la vida está mal – es una idea arcaica, retrógrada y contraria a “las libertades de la sociedad”. Para los creyentes, sin embargo, las cosas no deben ser así. Lo bueno es bueno y lo malo, no solo es malo, sino que es pecado, va en contra del mandato de Dios y corrompe nuestra alma.
El que comete adulterio es falto de entendimiento. Se puede decir más alto, pero no más claro. Una de las maneras en las que podemos mostrar sabiduría, es en nuestro comportamiento con respecto al sexo. Dios es el Creador absoluto del todo, también del sexo. Él lo creó para nuestro disfrute, pero con unas normas claras que debemos cumplir: un hombre y una mujer. Dentro del matrimonio. Para toda la vida. Seamos sabias con nuestro cuerpo y agrademos a Dios con nuestras elecciones también con nuestro cuerpo.
Contenta en Su servicio,
Edurne