Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando envejezca. (Proverbios 23:22)
Hay un mandamiento fundamental en la Biblia dirigido específicamente a los hijos: «Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo» (Ef. 6:1-3; Col. 3:20). Dios ha prometido recompensas de por vida para aquellos que honran a sus padres. Y la tarea del amor es ayudar a tus hijos a entender esta verdad vital.
De los diez mandamientos que Moisés trajo desde la montaña, Dios distinguió el quinto, «honra a tu padre y a tu madre», dándole quizás Su respaldo y motivación más resonante: «para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef. 6:2-3). Algo especial sucede cuando los hijos reconocen la importancia fundamental de la estructura de autoridad establecida por Dios. Por eso, el amor anhela esto para nuestros hijos. No solo para facilitarnos la vida a nosotros, sino también para permitirles caminar toda la vida bajo el favor de Dios.
Lo que sucede con tus hijos en casa los seguirá a todas partes. Al enseñarles a hablarte con respeto, obedecer sin quejarse y esforzarse cuando están solos de la misma manera que cuando los supervisan, los preparas para honrar a sus autoridades futuras y ganarse su favor. Y lo más importante, esto los forma para obedecer más rápido a Dios cuando les hable y les revele Sus planes maravillosos para ellos. No, no harán todo a la perfección. Nosotros tampoco. Pero necesitamos ayudarlos a comprender que Dios, en Su perfección, usa autoridades imperfectas para llevar a cabo Su perfecta voluntad.
La Biblia enseña que toda autoridad proviene de Él. Y no importa si son familiares, funcionarios de gobierno, líderes de la iglesia o empleadores, nuestras autoridades fueron establecidas para representar Su gobierno protector y orientador sobre nosotros (Rom. 13:1-4). A menos que estas autoridades nos pidan que pequemos, tenemos que honrar a Dios al honrar a estas personas y sus instrucciones. Podemos disentir y apelar con respeto frente a una determinada decisión, pero no debemos mantener resistencia contra ellas. La Escritura enseña: «Estad sujetos a vuestros amos con todo respeto, no sólo a los que son buenos y afables, sino también a los que son insoportables» (1 Ped. 2:18).
Dios nos dice que tenemos que orar por «todos los que están en autoridad» sobre nosotros (1 Tim. 2:1-2). Tus hijos necesitarán que les enseñes en casa sobre la sabiduría de humillarse ante la autoridad. «Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos», enseña la Palabra, para que las autoridades puedan cumplir sus responsabilidades «con alegría y sin quejarse» (Heb. 13:17, NVI). Ahora, pregúntate: ¿tus hijos ven una actitud de respeto hacia la autoridad? ¿Cuando pasas cerca de un patrullero? ¿Cuando hablas sobre el liderazgo del gobierno? ¿Cuándo comentas sobre tu jefe? ¿Cuando el pastor toma una decisión que no entiendes por completo? ¿Cuándo interactúas con tus propios padres y tienes que atender a sus necesidades en la vejez?
No solo tenemos que cuidar nuestro tono, sino también el corazón. Antes de oponernos a la autoridad de alguien, ¿somos conscientes de que Dios es el responsable de colocar a esa persona en su posición de liderazgo sobre nosotros? ¿Estamos orando por ella? ¿Nos preocupa su bienestar? ¿Y su alma? ¿Queremos que vea la luz de Jesús en nosotros? Si deseamos que nuestros hijos vivan con las bendiciones del respeto a la autoridad parental, el amor nos llama a dar el ejemplo y marcar el camino.