Proverbios 23:20 “No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne”
Sé que el Espíritu Santo habita en mí, dentro de mi cuerpo. Sé que mi cuerpo no es mío, sino ha sido comprado por alto, altísimo precio, por el Señor Jesucristo. ¿Entonces? ¿Podría alguien explicarme por qué mi mente olvida esto cuando estoy delante de un panecillo recién horneado? ¿O de un refresco muy frio? ¿A dónde se va mi dominio propio? ¿A dónde huye mi propósito de enmendar mis hábitos? ¿De dónde brota este afán glotón en mí?
¡Ah la carne! Ese amo que esclaviza y al que elijo seguir, en vez de ejercer lo que ya me ha sido dado: dominio propio. Quizá lo mío sea batallar con la comida, pero hoy día hay una gran variedad y asedio de tentaciones que nos rondan. El verso central de este día dice: “No andes de juerga con borrachos ni festejes con glotones” Proverbios 23:20
Y aunque aquí se refiere a comida y bebida, que son los excesos más conocidos y comunes… ¿Qué podemos decir sobre las tentaciones a excedernos al gastar sin control? ¿Exceso de descanso? ¿Exceso de redes sociales? ¿Exceso de palabras? O peor aún… ¿exceso de suficiencia? ¿Sobrada de orgullo? ¿Pasada de religiosidad? ¿Llena de ira? Todo exceso comunica que no estamos satisfechas con lo que Dios ha dado. Queremos más. Rápido y sin pasar por la aprobación de Dios. Ser ecuánimes no es nuestra primera opción, porque cuando estamos dominadas por excesos, cuando estamos presionadas y tentadas a tirar la toalla, estamos buscando agradarnos a nosotras mismas y no al Dios Creador que nos permite respirar hoy.
Cuando llegue la tentación (sí, nadie es inmune), recuerda las palabras de Santiago que me dice: “Sométanse pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). A Dios le ha placido salvarme por la perfecta sangre de Su Hijo Jesús. Le ha permitido a Su Espíritu vivir en mí, aconsejarme y llevarme hacia el Padre. ¿Cómo responde mi cuerpo y mi mente a eso? Ante mi debilidad, Cristo es mi respuesta para honrar a Dios. La palabra nos llama a hacer todo para la gloria de Su nombre. Sea lo que sea. Sometámonos a Dios. Estemos sujetos a Su Espíritu, para que el fruto de la templanza nos invada, gobierne y anime a perseverar y resistir. Resistir, para gloria de Su nombre.
Claudia Sosa de González