Sí, así como lo viste en tu mente, allí está la tentación acechando, latente y violenta. Muy dispuesta a arrebatar lo que pueda del inocente, desde sus bienes hasta sus vidas, y en el camino pervertir al justo hasta su destrucción, por puro placer. A lo largo del último año hemos sido testigos de una ola creciente de maldad en nuestra sociedad, cada crimen más violento que otro. Con tristeza vemos como muchos, desde los gobernantes hasta los más simples trabajadores, se hacen insensibles e incluso participantes en busca de algún tipo de beneficio. ¿Estaremos los creyentes exentos de cometer tales acciones? Lo cierto es que el pecado aún mora en nuestros cuerpos (Rom.7:22-25). Satanás busca hacernos caer, y el mundo y su moralidad cambiante, hacen que la codicia se vea como un peligro latente a nuestro alrededor.
Hay algunos aspectos que debemos tener presentes sobre este tema:
•Los pensamientos que alimentamos, todo aquello que deseamos más y más.
•Las circunstancias en que vivimos, nuestra realidad es cambiante a diario y muy posiblemente la necesidad, la escasez, la desesperación, o la injusticia pueden convertirse en el motor de una acción que procure alguna ganancia deshonesta. No debe ser así entre nosotras (Gál.5:24).
•Nuestras compañías, siempre habrá alguien dispuesto a ofrecer glorias y riquezas a cambio de acciones deshonestas porque los pecadores aman la compañía para pecar. Pero los cristianos debemos amar el estar juntos para edificarnos y cuidarnos mutuamente.
•La codicia y la violencia van de la mano. La avaricia es contada como un acto idolatra, quien lo comete es llevado a un servicio inmoral que puede nacer con algo “pequeño” como una mentira o pasar por alto una falta, pero puede ir envolviéndonos hasta hacernos caer en actos de severa maldad (Ef.5:3; Rom.6:13). Todo lo que se obtiene de la codicia es pasajero, aun cuando la salud o las condiciones en que vivimos se vean afectadas debemos procurar la provisión de Dios y no la que el mundo pueda dar. Él gobierna sobre todo y sabe dar más de lo que esperamos si resistimos a la tentación.
Las convicciones bíblicas para mantenernos firmes llegarán sólo si nos exponemos constante y fielmente a la palabra de Dios, con ayuda del Espíritu Santo, renovando nuestro entendimiento (Rom.12:2; Ef.4:22-24), dándonos una visión clara para detectar los sutiles ataques del enemigo. “El temor del Señor es el principio de la sabiduría” (Prov.1:7)
Ileanis Martínez