Vv. 14—17. En esta época Juan estaba preso; sus circunstancias, su carácter, y la naturaleza del
mensaje que fue enviado a dar, guió a los que estaban peculiarmente afectos a él, a realizar ayunos
frecuentes. Cristo los refirió al testimonio que Juan da de Él, Juan iii, 29. Aunque no cabe duda de
que Jesús y sus discípulos vivieron en forma frugal y económica, sería impropio que sus discípulos
ayunaran mientras tenían el consuelo de su presencia. Cuando está con ellos, todo está bien. La
presencia del sol hace el día, y su ausencia produce la noche. —Nuestro Señor les recuerda luego las
reglas comunes de la prudencia. No se acostumbraba tomar un pedazo de tela de lana cruda, que
nunca había sido preparada, para coserla a un traje viejo, porque no se uniría bien con el ropaje viejo
y suave, sino que lo desgarraría aún más, y la rasgadura sería peor. Ni tampoco los hombres echaban
vino nuevo en odres viejos, que iban a podrirse y se reventarían por la fermentación del vino; al
poner el vino nuevo en odres nuevos y fuertes, ambos serían preservados. Se requiere gran prudencia
y cautela para que los nuevos convertidos no reciban ideas sombrías y prohibitorias del servicio de
nuestro Señor; antes bien serán estimulados en los deberes a medida que sean capaces de soportarlos.