JOSUÉ BARRIOS
Los griegos tenían su panteón de dioses, en los cuales reflejaban sus anhelos, virtudes y vicios. Creemos que todo eso es cosa del pasado, pero nuestra cultura hoy tiene a los superhéroes; las salas de cine son el panteón popular de la sociedad. Esto es algo que diversos críticos culturales han señalado en las últimas décadas y los creyentes no deberíamos ignorar.
Las películas de superhéroes son cada vez más predecibles y tienden a ser un vehículo para la promoción de ideologías y cosmovisiones. Sin embargo, también pueden reflejar nuestra humanidad luego de la caída en el Edén, incluso los deseos legítimos de nuestra cultura (como el deseo de que el bien triunfe sobre el mal o el deseo de ser amados por alguien que dé su vida por nosotros).
A la luz del evangelio, estas producciones pueden llevarnos a reflexionar sobre cómo solo el cristianismo provee respuestas y satisfacción para nuestros anhelos más profundos. Pocas películas populares recientes evidencian esto como The Batman (2022), al retratar la vida en un mundo necesitado de justicia.
De hecho, esta película puede entenderse como un lamento por la maldad en la sociedad, no ante el «dios» cultural Batman, sino ante el «DIOS DESCONOCIDO» por el hombre moderno (Hch 17:23). Resulta ser una reflexión sobre lo corrompido que puede estar nuestro mundo, nuestros intentos infructuosos por terminar con la maldad (que pueden sacar a relucir lo peor de nosotros) y el dolor por la ausencia de justicia plena ahora.
Esto se refleja en uno de los acertijos del villano principal, The Riddler (El Acertijo, interpretado por Paul Dano): «Puede ser cruel, poética o ciega, pero cuando se niega puedes encontrar tu violencia». La respuesta es «justicia».
Un mundo corrompido
El director Matt Reeves toma el universo de Batman y le da un giro de tuerca diferente a todo lo que hemos visto del personaje en el cine. Con un reparto acertado y una producción de lujo, en la que destacan la cinematografía de Greg Fraise (Dune) y la música de Michael Giacchino (quien hace posiblemente su mejor trabajo hasta la fecha), Reeves rescata el aspecto detectivesco de Batman y enfatiza los vicios de Gotham City (Ciudad Gótica).
Aquí tenemos a un joven Bruce Wayne, interpretado con solvencia por Robert Pattinson, con poca experiencia como justiciero encapuchado y sediento de venganza producto de sus traumas pasados y la corrupción rampante en su ciudad. Esto es explícito en la primera escena del personaje, cuando un criminal le pregunta quién es y Batman le responde: «Soy venganza». El personaje aún no representa claramente lo que en nuestra cultura simboliza: la justicia.
Esta versión del héroe se inspira en Kurt Cobain, el líder fallecido de la banda de rock Nirvana, algo evidente en el uso de la canción Something In The Way y su tono depresivo. Tal elección musical es apropiada para lo que hallamos en la película: un mundo plagado de corrupción en todas partes. Los fiscales consumen drogas y trabajan para la mafia; los policías pueden ser tan corruptos como los peores criminales; los hombres malos usan su poder para abusar de mujeres vulnerables; las redes sociales son usadas para difundir ideologías extremistas y fanatismo; las personas que parecían más respetables tienen pecados y fallas ocultas que causan daño.
Hay gente honrada por aquí y por allá, como Alfred (Andy Serkis), el teniente Gordon (Jeffrey Wright) y la política Bella Reál (Jayme Lawson). Pero ellos parecen ser la excepción que confirma la regla: la ciudad es una cloaca moral.
Esta película no es para niños y, aunque técnicamente se mantiene en los límites de la clasificación PG-13 (no apropiada para menores de trece años), como la mayoría de las películas del género, por momentos se acerca a la clasificación solo para adultos. Mientras en cintas como Spider-Man: No Way Home (2021) y The Avengers (2012) somos más desconectados del mundo real, The Batman nos aterriza de una manera en la que no estamos acostumbrados en el cine de superhéroes. Esta es una oscura película de detectives que plantea la necesidad de encarar la corrupción en una sociedad como la nuestra. El tono del film está logrado para evidenciar este enfoque.
El peligro ignorado al buscar justicia
El dilema principal en la narrativa tiene que ver con cómo sus personajes principales persiguen la justicia. Al inicio de la película, Batman está comprometido con buscar arreglar el mundo al inspirar miedo en los criminales. Puede ver que no está funcionando y esto lo frustra, pues su misión lo está absorbiendo por completo.
Selina Kyle (interpretada por Zoë Kravitz) tiene en común con Batman su sed de venganza ante la maldad, pero está dispuesta a tomar acciones más drásticas, como asesinar. Esta es una línea que Batman no está dispuesto a cruzar. «Si aprietas el gatillo, te conviertes en uno de ellos», le explica Batman.
Sin embargo, es en The Riddler que Batman se encuentra de frente con los peligros de ser gobernado por la ira y sed de venganza al perseguir la justicia. The Riddler es un asesino serial, quien bajo su máscara es un hombre herido por muchas injusticias recibidas a lo largo de su vida, las cuales usa para justificar su pecado. Busca limpiar la ciudad matando a los principales corruptos y exponiendo la maldad en ella. En cada asesinato, insiste en comunicarse con Batman. Cuando ambos personajes por fin están cara a cara, The Riddler revela que mira a Batman como un aliado y esperaba que juntos acabaran con la corrupción de la ciudad.
Resulta llamativo ver cómo Batman empieza a notar que, a pesar de que The Riddler es un psicópata, sus propias acciones —si no tiene cuidado— pueden tener algún grado de sintonía con la visión de este asesino y hacer avanzar sus planes. Batman puede llegar a convertirse en aquello que busca destruir. Esto es resaltado de manera impactante en una escena posterior en la que uno de los secuaces fanáticos del villano es tumbado al suelo e interrogado por policías: «¡¿Quién eres?!». Su respuesta delante de Batman es un eco de cómo él se identificaba antes: «Soy venganza».
Esto nos muestra uno de los peligros más ignorados cuando vemos la maldad en este mundo y queremos buscar un cambio: es posible responder al pecado de una manera pecaminosa, tomando la justicia a nuestra manera, «pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Stg 1:20). A pesar de la imagen de Dios en nosotros y su gracia común, somos tan pecadores que incluso nuestra búsqueda de justicia por nuestra cuenta —aunque no llegue a los extremos de The Riddler— puede estar corrompida.
Por ejemplo, al oponernos sin sabiduría a la deshumanización que presenta el aborto, en nuestra ira justificada podemos terminar deshumanizando a nuestros oponentes y pareciéndonos a ellos en ese sentido. Al defender la sana doctrina, nuestro pecado nos pone en peligro de ser fariseos modernos que viven de manera opuesta a la sana doctrina. Al batallar con ideologías políticas tóxicas, podemos caer en fanatismo e idolatría con el espectro político opuesto. Necesitamos estar alertas para oponernos al mal y el error sin alimentar nuestro pecado.
El pecado siempre nos deshumaniza, nos lleva a vivir contrario a nuestro diseño a imagen de Dios, a menudo de maneras sutiles para nosotros. Nietzsche dijo que quienes luchan contra monstruos deben tener cuidado de no convertirse en uno; esta película ilustra esta verdad que la Biblia mostró primero muchos siglos antes (por ejemplo, en textos como Génesis 34).
Bienaventurados los sedientos
Curiosamente, Nietzsche era ateo al igual que parecen serlo tantos superhéroes. Esto resulta irónico cuando hablamos de justicia y cómo buscarla, pues si no existe un Dios, ¿por qué tenemos un sentido de lo que está bien y lo que está mal? ¿Cómo podemos saber lo que verdaderamente es justo?
Además, si esta vida es todo lo que hay y el universo no tiene propósito, ¿al final servirá de algo mantener nuestras manos lo más limpias posible? ¿Quién dice que no es mejor vivir a nuestra manera cometiendo lo que llamamos injusticias? Y si no hay un Dios que nos diga «Mía es la venganza, Yo pagaré» (Ro 12:19), ¿por qué no tomar la venganza por nuestra cuenta aunque eso nos vaya a deshumanizar?
Estas son preguntas difíciles que la película no responde del todo. De hecho, el final tiene un tono deprimente al mostrarnos cómo el plan del villano se cumplió casi en su totalidad. Sin embargo, vemos a un Batman que reflexiona en los peligros de ser gobernado por la ira y sed de venganza, y que se propone ser un símbolo diferente: uno de justicia que brinde esperanza en vez de solo temor. Bruce Wayne evoluciona como personaje, pero podemos quedar con la duda de si su forma de combatir el crimen es lo que su mundo necesita. Cuando la película termina, la ciudad sigue siendo tan corrupta como al comienzo.
Por lo tanto, a pesar de lo buena que es la película a nivel técnico y en muchos otros sentidos, su mensaje es insatisfactorio. Esto es inevitable cuando vemos la vida considerando solo lo que hay bajo el sol, pues la película busca ser realista. Este Batman, como «dios» del panteón cultural actual, no satisface los anhelos que tenemos de ver que la maldad sea destruída por fin, al menos en la ficción. Así nos retrata cómo incluso nuestros mejores esfuerzos por justicia no logran acabar con la corrupción a nuestro alrededor.
Sin embargo, tal y como Pablo vio la inscripción pagana «DIOS DESCONOCIDO» y mostró a los atenienses cómo el evangelio satisface sus aspiraciones legítimas más profundas mientras confronta nuestra idolatría (Hch 17), los creyentes podemos presentar a Cristo como Aquel que traerá una justicia perfecta.
Nuestro Señor vino una vez para revelar la justicia de Dios y que seamos justificados en Él por medio de la fe, de manera que en el futuro Él pueda volver para restaurar este mundo sin tener que acabar con nosotros (Ro 3:22-26). Llegará el día en que ya no habrá más muerte, lágrimas ni maldad (Ap 21-22). Es por Su obra que los creyentes podemos caminar en Su Espíritu y combatir contra los monstruos en la sociedad sin convertirnos en uno (ver Ga 5:22-25). Es por Su evangelio que todo esfuerzo legítimo por buscar la justicia en este mundo tiene sentido y no será en vano (1 Co 15:58).
Jesús enseña que estas son buenas noticias para quienes admiten su bancarrota espiritual y buscan depender de Su gracia (Mt 5:3). Pecadores arrepentidos que caminan en humildad y presentan ante Él su lamento por la condición caída de nuestro mundo. Son aquellos a los que Cristo les dice: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados» (v. 6).