Desde el primer año de este podcast, decidimos abordar temas maduros y preguntas incómodas. Sin disculpas. Si te sientes cómodo preguntando, lo abordaremos. No hace falta decir que la pregunta de hoy es una pregunta madura para parejas casadas. La pregunta llega de hombres y de mujeres. Aquí hay tres correos electrónicos representativos que he seleccionado.
El primero, de una esposa anónima: «Pastor John, tengo una pregunta. Es vergonzosa. Pero aquí está. A mi esposo le gusta usar el juego de roles en la habitación y varios niveles de esclavitud y dominación. Quiere que diga cosas como “soy tu esclava”. Quiere que lleve ciertos collares alrededor del cuello. Hasta el extremo, le gusta fantasear que me viola. Pero es una persona muy agradable fuera de la habitación. Solo me pregunta si puede llevar a cabo la fantasía en la cama. ¿Qué debo hacer?».
El segundo, otra esposa anónima escribe: «Querido pastor John, gracias por el podcast. Estoy casada desde hace veinte años. Antes de casarnos, mi marido me dijo que había tenido problemas con la pornografía. Después de casarnos, me pidió que probara algunas de las cosas que había visto en las películas. Yo acepté. Nuestro consejero prematrimonial nos dijo que todo estaba bien en el lecho matrimonial con consentimiento mutuo, y yo quería complacer a mi esposo. Pero esto ha tenido un efecto perjudicial en nuestro matrimonio. Ahora estoy hasta el punto de no querer ninguna intimidad física y él no se siente amado. ¿Estuvo bien que hiciéramos esas cosas, ya que lo acordamos en su momento? Creo que la dominación en el dormitorio es completamente antibíblica. Mi marido sigue pensando que está bien si hay consentimiento mutuo».
El tercero y último, es la pregunta que también llega de un marido: «Pastor John, mi esposa me dijo recientemente que me era infiel y que no ha tenido una conexión emocional conmigo en el sexo o en general desde que nos casamos hace tres años. Ella quiere involucrarse en actos sexuales dominantes que yo veo como pecaminosos. Ella piensa que soy demasiado aburrido en la cama. Ahora quiere dejarme para que yo pueda encontrar una nueva esposa y para que ella pueda tener experiencias sexuales con otros hombres. ¿Cómo respondo?». Pastor John, ¿cómo responderías en este caso?
Aquí hay cinco perspectivas sobre la sexualidad que espero que ayuden a las parejas a orientarse si están dispuestas a buscar seriamente la voluntad de Dios para sus vidas sexuales. Les prometo que la voluntad de Dios para sus vidas sexuales es la forma de vida más satisfactoria.
Pecado fantaseado
Primero, el fantasear con el pecado es pecado. Representar una situación o un comportamiento pecaminoso en tu mente por su placer —una situación pecaminosa o un comportamiento pecaminoso si lo hicieras exteriormente— es pecado en tu mente. Si esto es cierto para las fantasías, entonces es aún mucho más cierto que simular el pecado es pecado. Fingir hacer algo que, si lo hicieras cuando no estás fingiendo, es pecado, ese fingimiento es pecado. Digo esto debido a Mateo 5:27-29.
Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
En otras palabras, el estándar de santidad de Jesús no es meramente un estándar de hechos corporales, sino también de deleites mentales. Si buscas un placer en tu mente que es ilícito para tu cuerpo, estás pecando. ¿Qué es el pecado? Piénsalo. El pecado es la preferencia del corazón por cualquier cosa por encima de Dios y Sus caminos. El pecado no es principalmente el movimiento de los músculos o del cuerpo. Es principal y fundamentalmente el movimiento del alma, el movimiento en busca del placer de una manera que Dios ha prohibido. Es el fracaso en la búsqueda del placer en Dios mismo por encima de todo lo demás.
Por lo tanto, fue una exageración o un error (no estoy seguro de cuál de los dos admitiría el consejero) cuando el consejero prematrimonial dijo que todo lo que se acuerde mutuamente en el lecho matrimonial está permitido.
Si se acuerda mutuamente representar una violación, es pecado.
Si se ponen de acuerdo en fingir que tienen sexo en una plaza publica con mil personas mirando, es pecado.
Si se ponen de acuerdo en fingir que son dos extraños que se encuentran por casualidad en el bosque y tienen relaciones sexuales, están pecando.
El pecado fantaseado es pecado, no importa cuántas personas estén de acuerdo en ello. El pecado actuado es pecado.
Sexo por interés propio
En segundo lugar, exigir o coaccionar actos sexuales antinaturales y extraños cuando desagradan a la pareja es pecado.
La escritura dice: «Con honra, dándose preferencia unos a otros» (Ro 12:10).
«No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro [incluyendo a tu cónyuge] como más importante que a sí mismo» (Fil 2:3).
«Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo» (1 Co 6:19-20).
Todo esto nos lleva a la conclusión de que en el lecho matrimonial, los deseos, los placeres, las desaprobaciones y los disgustos de la otra persona son tan importantes como los nuestros, incluso más. Presionar por la satisfacción corporal propia a costa del desagrado del cónyuge es:
un fracaso en honrar al otro
un fracaso en considerar al otro como más importante
un fracaso en glorificar a Dios con tu cuerpo
un fracaso en mostrar que no te perteneces, sino que fuiste comprado con un precio, ahora le perteneces a Jesús.
Si necesitas más sexo pervertido —más actos sexuales extraños y poco convencionales a expensas del disfrute de tu cónyuge— estás elevando tu apetito por encima de sus deleites. Ese no es el camino de Cristo.
La necedad de lo prohibido
En tercer lugar, si persigues un acto sexual o una situación sexual imaginada porque es más estimulante, centelleante o placentera porque está prohibida, entonces estás viviendo el camino del necio y estás encarnando el principio de la esclavitud. «El falto de entendimiento [el necio] dice: “Dulces son las aguas hurtadas”» (Pr 9:16-17). Si buscas el agua prohibida porque su prohibición la hace más dulce, eres un necio.
Pablo se refirió al principio de esta manera:
Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley. Porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: «No codiciarás». Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento [a través de la prohibición], produjo en mí toda clase de codicia (Ro 7:7-8).
En otras palabras, cuando ves que un niño no tiene interés en un juguete hasta que se le prohíbe, estás observando la esclavitud de una naturaleza pecaminosa.
Por lo tanto, en el lecho matrimonial, en la medida en que buscas algún acto como más placentero porque es ilícito, estás en la esclavitud de un necio a un impulso pecaminoso.
Deseos desordenados
En cuarto lugar, si el deseo sexual se ha convertido en algo tan prominente en la forma de buscar la satisfacción en la vida que tienes que superar los límites de las convenciones sexuales para ser una persona alegre y satisfecha, tu Dios y tu propósito para vivir se han vuelto demasiado pequeños. Los apetitos corporales se convierten en dioses cuando Dios disminuye. Los impulsos sexuales se vuelven demasiado grandes cuando perdemos los grandes propósitos para nuestras vidas.
Pablo dice en 2 Corintios 3:18, «Contemplando la gloria»; eso es una cosa infinitamente hermosa que acaba de mencionar. «Contemplando la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria». En otras palabras, necesitamos una visión grande, hermosa, gloriosa, trascendente y majestuosa de Dios y de Su propósito para nuestras vidas si queremos que el sexo permanezca en su placentero y pequeño lugar.
El amor donde importa
Por último, me gustaría decir especialmente a los hombres que si esperan tener una relación sexual emocionante, alegre y mutuamente satisfactoria con su esposa durante los próximos cincuenta años, no lo conseguirán en absoluto exigiendo o esperando hazañas cada vez más extrañas. Por el contrario, lo conseguirás dedicando el noventa y nueve por ciento de tu esfuerzo en amar bien a tu mujer fuera de la habitación, para que ella encuentre en ti a alguien a quien realmente desea.
No prometo el paraíso. Hay demasiado quebranto en el mundo. Pero sí te prometo que no encontrarás cincuenta años de placer mutuo en el camino de la perversión actuada.
JOHN PIPER