Vv. 1—11. Con referencia a la tentación de Cristo obsérvese que fue tentado inmediatamente
después de ser declarado Hijo de Dios y Salvador del mundo; los grandes privilegios y las señales
especiales del favor divino no aseguran a nadie que no va a ser tentado. Pero si el Espíritu Santo da
testimonio que hemos sido adoptados como hijos de Dios, eso contestará todas las sugerencias del
espíritu malo. —Cristo fue llevado al combate. Si hacemos gala de nuestra propia fuerza, y
desafiamos al diablo a tentarnos, provocamos a que Dios nos deje librados a nosotros mismos. Otros
son tentados, cuando son desviados por su propia concupiscencia, y son seducidos, Santiago i, 14;
pero nuestro Señor Jesús no tenía naturaleza corrupta, por tanto Él fue tentado sólo por el diablo. Se
manifiesta en la tentación de Cristo que nuestro enemigo es sutil, mal intencionado y muy atrevido,
pero se le puede resistir. Consuelo para nosotros es que Cristo sufrió siendo tentado, porque, así, se
manifiesta que nuestras tentaciones, mientras no cedamos a ellas, no son pecado y sólo son
aflicciones. En todas sus tentaciones Satanás atacaba para que Cristo pecara contra Dios. —1. Lo
tentó a desesperarse de la bondad de su Padre, y a desconfiar del cuidado de su Padre. Una de las
tretas de Satanás es sacar ventaja de nuestra condición externa; y los que son puestos en apreturas
tienen que redoblar su guardia. Cristo respondió todas las tentaciones de Satanás con un “Está
escrito” para darnos el ejemplo al apelar a lo que está escrito en la Biblia. Nosotros debemos adoptar
este método cada vez que seamos tentados a pecar. Aprendamos a no seguir rumbos equivocados a
nuestra provisión, cuando nuestras necesidades son siempre tan apremiantes: el Señor proveerá en
una u otra forma. —2. Satanás tentó a Cristo a que presumiera del poder y protección de su Padre en
materia de seguridad. No hay extremos más peligrosos que la desesperación y la presunción,
especialmente en lo referido a los asuntos de nuestra alma. Satanás no objeta lugares sagrados como
escenario de sus asaltos. No bajemos la guardia en ningún lugar. La ciudad santa es el lugar donde,
con la mayor ventaja, tienta a los hombres al orgullo y la presunción. Todos los altos son lugares
resbalosos; el avance en el mundo hace al hombre un blanco para que Satanás le dispare sus dardos
de fuego. ¿Satanás está tan bien versado en las Escrituras que es capaz de citarlas fácilmente? Sí, lo
está. Es posible que un hombre tenga su cabeza llena de nociones de las Escrituras, y su boca llena
de expresiones de las Escrituras mientras su corazón está lleno de enconada enemistad con Dios y
contra toda bondad. Satanás citó mal las palabras. Si nos salimos de nuestro camino, fuera del
camino de nuestro deber, abandonamos la promesa y nos ponemos fuera de la protección de Dios.
Este pasaje, Deuteronomio viii, 3, hecho contra el tentador, por tanto él omitió una parte. Esta
promesa es firme y resiste bien. ¿Pero seguiremos en pecado para que la gracia abunde? No. —3.
Satanás tentó a Cristo a la idolatría con el ofrecimiento de los reinos del mundo y la gloria de ellos.
La gloria del mundo es la tentación más encantadora para quien no piensa y no se da cuenta; esto es
lo que más fácilmente vence a los hombres. Cristo fue tentado a adorar a Satanás. Rechazó con
aborrecimiento la propuesta. “¡Vete de aquí Satanás!” Algunas tentaciones son abiertamente malas;
y no son para ser simplemente resistidas, sino para ser rechazadas de inmediato. Bueno es ser rápido
y firme para resistir la tentación. Si resistimos al diablo, éste huirá de nosotros. Pero el alma que
delibera está casi vencida. Encontramos sólo unos pocos que pueden rechazar resueltamente tales
carnadas, como las que ofrece Satanás aunque, ¿de qué le aprovecha a un hombre si gana a todo el
mundo y pierde su alma? —Cristo fue socorrido después de la tentación para estimularlo a seguir en
su esfuerzo, y para estimularnos a confiar en Él, porque supo, por experiencia, lo que es sufrir siendo
tentado, de modo que sabía lo que es ser socorrido en la tentación; por tanto, podemos esperar no
sólo que sienta por su pueblo tentado, sino que venga con el oportuno socorro.