Vv. 1—7. Cristo curó a muchos que eran ciegos por enfermedad o accidente; aquí sana a uno que
nació ciego. Así mostró su poder para socorrer en los casos más desesperados, y la obra de su gracia
en las almas de los pecadores, que da vista a los que son ciegos por naturaleza. Este pobre hombre
no podía ver a Cristo, pero Cristo lo vio a Él. Y si sabemos o captamos algo de Cristo se debe a que
primeramente fuimos conocidos por Él. Cristo habla de calamidades extraordinarias, que no siempre
tienen que considerarse como castigos especiales del pecado; a veces, son para la gloria de Dios y
para manifestar sus obras. —Nuestra vida es nuestro día en el que nos corresponde hacer el trabajo
del día. Debemos estar ocupados y no desperdiciar el tiempo del día; el tiempo de reposo será
cuando nuestro día esté terminado, porque no es sino un día. El acercamiento de la muerte debiera
estimularnos para aprovechar todas las oportunidades de hacer y recibir el bien. Debemos hacer
rápidamente el bien que tengamos oportunidad de hacer. Y aquel que nunca hace una buena obra
hasta que no hay nada que objetar contra ella, dejará más de una buena obra sin hacer, Eclesiastés xi,
4. —Cristo magnificó su poder al hacer que un ciego viera, haciendo lo que uno pensaría como más
probable para enceguecer a uno que ve. La razón humana no puede juzgar los métodos del Señor que
usa medios e instrumentos que los hombres desprecian. Los que serán sanados por Cristo deben ser
gobernados por Él. Regresó desde el estanque maravillándose y maravillado; se fue viendo. Esto
representa los beneficios de prestar atención a las ordenanzas señaladas por Cristo; las almas llegan
débiles y se van fortalecidas; llegan dudando y se van satisfechas; llegan de duelo y se van jubilosas;
llegan ciegas y se van viendo.
Vv. 8—12. Se sabe que aquellos cuyos ojos son abiertos y sus corazones limpiados por la gracia,
son las mismas personas, pero de carácter completamente diferente, y viven como monumentos de la
gloria del Redentor y recomiendan su gracia a todos los que desean la misma preciosa salvación.
Bueno es fijarse en el camino y el método de las obras de Dios y se verán más maravillosas.
Aplíquese esto espiritualmente. En la obra de gracia obrada en el alma vemos el cambio, pero no
vemos la mano que lo efectúa: el camino del Espíritu es como el del viento, del cual uno oye el
sonido, pero no puede decir de dónde viene ni adónde va.