¿Qué importancia tiene para ti la Trinidad? Si mañana descubrieras que Dios es en realidad una sola persona en lugar de tres, ¿sentirías que tu relación con Dios es diferente? ¿Requeriría un cambio drástico en tu forma de pensar, testificar y orar? ¿Qué importancia tiene la Trinidad para ti personalmente?
¿Qué importancia tiene la Trinidad para tu iglesia? Si mañana se enterara de que su querido pastor de jóvenes se ha convertido en un modalista acérrimo —ahora insiste en que el Padre, el Hijo y el Espíritu son en realidad una sola persona en tres manifestaciones en lugar de tres personas distintas—, ¿la iglesia lo excomulgaría? ¿O pensaría que esto no es gran cosa? ¿Es correcto el Credo Atanasiano al decir: «Quien quiera salvarse debe pensar así de la Trinidad. Y quien rechace esta fe perecerá eternamente»? ¿O es la exageración del milenio?
A juzgar por los credos históricos de la iglesia, los cristianos solían pensar que la Trinidad es realmente importante. A juzgar por las respuestas honestas que probablemente se den a las preguntas anteriores, muchos cristianos modernos han perdido el sentido de por qué es tan importante, aunque la hayan conservado en sus declaraciones doctrinales. Pero a juzgar por un número creciente de voces, hay una sensación renovada de que hemos perdido algo precioso que debe ser recuperado.
La mayoría de nosotros mantiene una creencia formal en la Trinidad. Lo que necesitamos recuperar es la comprensión y el sentido de por qué es tan importante. Para ayudarnos a hacerlo, he aquí dos razones por las que la Trinidad es importante.
1. La Trinidad importa porque el evangelio importa
La Trinidad no es una distracción complicada del evangelio simple; en realidad es parte del evangelio. Ahora bien, como Fred Sanders bromeó una vez, esto no significa que debas comenzar así cada encuentro en el que des testimonio: «Dios te ama y tiene una maravillosa Trinidad para que la entiendas». No tienes que descifrar la Trinidad en cada presentación del evangelio (aunque podrías hacerlo, especialmente si estás hablando con un musulmán).
Sin embargo, sostengo que la Santísima Trinidad está justo debajo de la superficie, incluso en la presentación más sencilla del evangelio (y puede asomar la cabeza de vez en cuando).
Si no me crees —si sigues pensando que la Trinidad es solo teología avanzada para los expertos— considera Juan 3:16, una de las declaraciones evangélicas más famosas y sencillas de todo el Nuevo Testamento. Piensa detenidamente en lo que dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna».
¿Te has dado cuenta de que incluso en Juan 3:16 ya te estás metiendo en aguas trinitarias? No me malinterpretes, no estoy diciendo que toda la doctrina esté ahí en su totalidad (necesitarás el resto del Evangelio de Juan para comprender al Espíritu Santo, incluso unos versículos antes en 3:5). Pero piensa en todas las verdades relacionadas con la Trinidad que se afirman o implican en este sencillo versículo. Puedo pensar en al menos seis:
Dos de las tres personas se mencionan explícitamente: Dios y su Hijo unigénito.
El hecho de que Dios tenga un Hijo nos indica que es un Padre. También sugiere que cuando la Escritura habla simplemente de «Dios», a menudo se refiere específicamente al Padre.
El hecho de que el Padre diera a su Hijo nos dice que son personas distintas. El Padre no puede ser el Hijo si ha dado al Hijo.
Dice algo de cómo el Padre ama a Su Hijo, que entregarlo sería la máxima demostración de Su amor paternal.
El hecho de que se haga referencia a Jesús como Hijo único de Dios sugiere que hay algo único en la filiación de Jesús. Después de todo, las Escrituras enseñan que Dios tiene otros hijos (Job 2:1; Heb 2:10). De hecho, Juan ya nos ha dicho en 1:13 que cuando creemos en Jesús, nos convertimos en hijos de Dios. Entonces, ¿cómo puede decir que Jesús es el único Hijo de Dios? Respuesta: porque mientras nosotros somos hijos por gracia, Él es Hijo por naturaleza. Nosotros nos convertimos en hijos de Dios por adopción y regeneración, pero Él no se convierte en Hijo de Dios: simplemente es Hijo de Dios, engendrado del Padre antes que todos los mundos, Dios de Dios, Luz de Luz, engendrado no creado.
Juan 3:16 nos dice que así es como recibimos la vida eterna: el Padre dando a Su Hijo. La salvación es trinitaria. El Padre tiene un Hijo único, eternamente engendrado, y en Su amor por los pecadores envía a ese Hijo por nosotros. El Hijo de Dios se hace Hijo del Hombre, para que los hijos de los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. Luego, el Padre y el Hijo envían Su Espíritu para que habite en nosotros y podamos experimentar esta nueva vida como hijos (Jn 3:5, 7:37-39, 15:26, 16:12-15).
Como dice Pablo en Gálatas 4:
Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: «¡Abba! ¡Padre!» (Gá 4:4-6).
Así es como Dios nos salva: enviando a Su Hijo y a Su Espíritu. Nuestra salvación depende de estos dos envíos
Como un escritor ha dicho: «La Trinidad y el evangelio tienen la misma forma». ¿Empiezas a ver por qué? Así es como Dios nos salva: enviando a Su Hijo y a Su Espíritu. Nuestra salvación depende de estos dos envíos. Sin ellos, Dios seguiría siendo un Padre, pero no sería nuestro Padre. Seguiría teniendo un Hijo, pero no tendría muchos hijos.
La Trinidad importa porque el evangelio importa.
2. La Trinidad importa porque Dios importa
La Trinidad importa porque esto es lo que Dios es. Es quien siempre fue y habría sido aunque no existieras tú, ni yo, ni los cielos y la tierra. La pregunta no es, ante todo, «¿Es esto práctico?» o «¿Estará esto en el examen?». La pregunta es: «¿Quiero conocer a Dios?». Como observa Fred Sanders:
No tiene sentido preguntar cuál es el sentido de la Trinidad o para qué sirve la Trinidad. La Trinidad no sirve para nada más allá de Sí misma, porque la Trinidad es Dios. Dios es Dios de esta manera: La forma de ser Dios es ser Padre, Hijo y Espíritu Santo al mismo tiempo desde toda la eternidad, perfectamente completo en una comunión trina de amor. Si no tomamos esto como punto de partida, todo lo que digamos sobre la relevancia práctica de la Trinidad podría llevarnos a un colosal malentendido: pensar en el Dios trino como un medio para algún otro fin, como si Dios fuera trino para hacerse útil.
Una de las razones por las que descuidamos la Trinidad es porque somos muy pragmáticos. En lugar de preguntar «¿Es verdad?», somos más propensos a preguntar: «¿Es útil?» «¿Me ayudará a salir adelante?» «¿Me hará un mejor cónyuge o padre?». Son buenas preguntas, pero si eso es lo único que nos importa, ¿en qué nos diferenciamos de los paganos? Incluso los paganos se preocupan por esas cosas.
La pregunta número uno es: «¿Quieres conocer a Dios?». Porque como dijo Jesús, «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Jn 17:3).
Conocer al Dios que salva es conocerlo como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cualquier otra cosa ya no es cristianismo. La Trinidad importa porque Dios importa, aunque no nos parezca práctico.
Sin embargo, es práctico.
Porque —para unir nuestros dos puntos— el tipo de Dios que tenemos determina el tipo de relación que tendremos con Él.
Por ejemplo: ¿Es tu Dios una fuente de alegría y amor totalmente suficiente con un suministro inagotable disponible para ti en cualquier momento? ¿O tu Dios te creó y te salvó porque se sentía solo y te necesitaba? Depende. ¿Es tu Dios el dios unitario del arrianismo (piensa en los mormones y los testigos de Jehová), el modalismo o el islamismo? ¿O es el Tres en Uno bíblico? El Dios del Evangelio de Juan nunca estuvo solo, porque incluso en el principio, antes de que nada fuera hecho, ya tenía a alguien con Él. «El Verbo estaba con Dios» (Jn 1:1).
Estas son buenas noticias porque nos dice que Dios no nos creó porque necesitaba a alguien a quien amar. No estaba sin familia. Ya era un Padre. Ya tenía un Hijo engendrado eternamente, el resplandor de Su gloria y la imagen misma de Su naturaleza (Heb 1:3), que yacía en Su seno (Jn 1:18) y se deleitaba en Su amor (Jn 17:24). Tú y yo no somos el resultado de un agujero con forma de hombre en el corazón del Padre; más bien, tú y yo representamos el desbordamiento del amor eterno del Padre por Su Hijo, como si el Padre hubiera dicho: «Hijo, este amor nuestro es demasiado bueno para guardarlo para nosotros. Por eso, junto con nuestro Espíritu eterno, hagamos al hombre a nuestra imagen, para que los demás vean y experimenten nuestro amor, y para que tú seas el primogénito entre muchos hermanos» (cp. Gn 1,26; Ro 8,29).
¿Es la Trinidad práctica? Déjame preguntarte: ¿qué clase de salvación te da tu evangelio? ¿Un juez que perdona tus pecados? No está mal. Pero no es lo suficientemente bueno. El evangelio trino es mejor en gran medida. Es Dios entregándose a ti en la creación y la redención. El mismo Hijo que fue engendrado por el Padre antes de todos los mundos fue enviado por el Padre a este mundo, para vivir y morir por nosotros y nuestra salvación. El mismo Espíritu que procede del Padre y del Hijo desde la eternidad fue enviado por el Padre y el Hijo a este mundo, para vivir dentro de nosotros y traernos a Cristo —y a través de Cristo, al Padre— para que podamos ser acogidos en Su familia, rodeados de Su vida y Su amor, para glorificarle y disfrutar de Él para siempre.
Es más que perdón. Es unirse a una familia eterna. Es ser conformado a la imagen del Hijo por el Espíritu (Ro 8:29) y llegar a ser partícipe de la naturaleza divina (2 P 1:4). En resumen, es el tipo de salvación que solo el Dios trinitario puede ofrecer.
Esto es la Santísima Trinidad. No es una simple doctrina; es nuestra vida. Es más que un misterio o un problema matemático fascinante; es nuestro Dios, que nos ama y dio a Su Hijo por nosotros (Jn 3:16), que nos ama y se entregó por nosotros (Gá 2:20), que nos ama y vive dentro de nosotros (Ro 5:5).
JUSTIN DILLEHAY