Estudio Biblico
(Isaías 11:1-5). ¿Alguna vez has estado frente a una situación devastadora? Un diagnóstico médico inesperado, un accidente trágico, una crisis económica o una relación rota. Es posible que tú o alguien cercano haya vivido esos momentos donde no vemos una luz de esperanza y todo parece perdido. El profeta Isaías vivió en una época oscura donde no parecía haber salida para el pueblo de Dios.
El reino se había dividido. Israel sería llevado cautivo por Asiria a causa de su pecado, y Judá, que estaba viviendo en idolatría y religiosidad, también sería llevada cautiva por Babilonia (Is 39:6-7). ¡El panorama era completamente desalentador! Isaías nos presenta una figura que ilustra bien lo que sucedía (11:1). Aquel árbol cortado y seco, donde parecía no haber rastros de vida, representa la promesa que Dios le había hecho a David de levantar a un descendiente suyo, cuyo trono establecería para siempre (2 S 7:12-13). Pero a causa del pecado del pueblo, ese plan divino parecía perdido y, en lugar de un descendiente y un reino eterno, el pueblo sería llevado al exilio. Es allí, en medio de los escombros, que Isaías nos recuerda la gracia de Dios. En medio de la oscuridad, una luz brilló. De aquel tronco infecundo, Él traería vida (Is 53:2). ¡De la situación más sombría y desesperanzadora, Dios levantó al Rey de reyes y Señor de señores! Cristo es descrito en este pasaje de una manera impresionante. Isaías nos habla del llamado y la autoridad absoluta que Él tiene para gobernar (v. 2-3). El hecho de que ciña su lomo con la justicia y su cintura con la fidelidad (v. 5), nos habla de su capacidad para juzgar con justicia y equidad, tanto al malvado como al pobre. Cualquiera que sea la situación que estemos atravesando —a nivel personal, familiar, eclesial o nacional—, no existe un panorama lo suficientemente oscuro y desalentador en donde Dios no pueda obrar su perfecta voluntad y cumplir fielmente sus promesas.
En medio de las adversidades somos tentados a juzgar el obrar de Dios y perder la esperanza. Pero debemos recordar que, a diferencia nuestra, el Señor no juzga por lo que ve o lo que oye (v. 3), sino que obra de acuerdo a su justicia y soberanía. Descansemos en el cuidado del Mesías prometido que ya lo celebramos como presente en esta Navidad.
11:2 Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
11:3 Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos;
11:4 sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío.
11:5 Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.