Vv. 7—12. La belleza de hombres o mujeres a menudo resulta ser una trampa, tanto para ellos
mismos como para los demás. Esto prohíbe el orgullo por ella y exige una constante vigilancia
contra la tentación que la acecha. Tenemos mucha necesidad de hacer un pacto con nuestro ojos, no
sea que los ojos infecten el corazón. Cuando la lujuria ha conseguido el poder, se sacrifican la
decencia, la fama y la conciencia. La esposa de Potifar demostró que su corazón estaba totalmente
dedicado al mal. Cuando comprendió que no podía vencer a José con los problemas y tribulaciones
del mundo, pues en medio de ellas, él aún se aferraba a sus principios, Satanás lo asaltó con placeres
que han producido más destrucción que lo anterior. Pero José por la gracia de Dios, fue capacitado
para resistir y superar la tentación; y su escape fue un ejemplo tan grande del poder divino como la
liberación de los tres muchachos del horno de fuego. Este pecado era el que más fácilmente hubiera
podido perturbarlo. La tentadora era su ama, una cuyo favor le hubiera hecho progresar; su máximo
peligro era rechazarla y se convirtiera en su enemiga. El tiempo y el lugar favorecían la tentación. A
todo esto había que agregar la instigación constante y frecuente. La todopoderosa gracia de Dios
capacitó a José para vencer este ataque del enemigo. Presenta como argumento lo que debía, tanto a
Dios como a su amo. Estamos obligados por honor como por la justicia y la gratitud, a no hacer mal
en nada a quienes confían en nosotros, por muy secreto que esto pudiera hacerse. Él no iba a ofender
a su Dios. José aduce tres argumentos. —1. Considera quién era tentado. Uno que está en el pacto
de Dios, que profesa la religión y la relación con Él. —2. Cuál era el pecado al que se le tentaba.
Otros podrían mirarlo como poca cosa; pero José no lo pensó así. Hay que llamar al pecado por su
nombre, sin rebajar su importancia. Que los pecados de esta naturaleza siempre sean mirados como
gran maldad, como excesivamente pecaminosos. —3. Contra quién fue tentado a pecar: contra
Dios. El pecado es contra Dios, contra su naturaleza y su dominio, contra su amor y su propósito.
Los que aman a Dios, por esta razón odian el pecado. La gracia de Dios capacitó a José para vencer
la tentación eludiendo a la tentadora. No quiso quedarse a conversar con la tentación, sino que huyó
de ella como quien escapa para salvar la vida. Si tenemos la intención de no hacer iniquidad,
huyamos como un ave de la trampa, y como un ciervo del cazador.