Este capítulo cuenta acerca de Judá y su familia y es un relato tal que, parece un milagro que de
todos los hijos de Jacob, nuestro Señor haya venido de Judá, Hebreos vii, 14. Pero Dios muestra que
la salvación es por gracia y no por mérito y que Cristo vino al mundo a salvar pecadores, aun al
primero. Además, que la dignidad de Cristo es de Él mismo y no de sus antepasados. Cuán poca
razón tuvieron los judíos, que así fueron llamados a partir de este Judá, para jactarse como lo
hicieron, Juan viii, 41. ¡Qué horrorosos ejemplos de su extremo desagrado por el pecado proclama el
Señor en sus castigos! Busquemos la gracia de Dios para evitar toda apariencia de pecado. Que este
estado de humillación al cual fue sometido Jesús, cuando vino a quitar el pecado por medio del
sacrificio de sí mismo, al designar personajes como los aquí registrados para que fueran sus
antepasados, haga más amado al Redentor en nuestros corazones.