Vv. 9—13. Observe la sorprendente pregunta: ¿Adán, dónde estás tú? Aquellos que se descarrían
de Dios por el pecado deben considerar seriamente donde están: están lejos de todo bien, en medio
de sus enemigos, esclavizados a Satanás, y en el camino real a la ruina total. Esta oveja perdida
hubiera vagado sin fin si el buen Pastor no la hubiera buscado y le hubiera dicho que el lugar donde
estaba descarriado, no podría ser fácil ni cómodo. Si los pecadores quisieran considerar donde están,
no descansarían hasta regresar a Dios. —Es falla y necedad común de quienes han hecho mal cuando
se les pregunta al respecto, el reconocer sólo lo que es tan evidente que no se puede negar. Como
Adán tenemos razón para tener miedo de acercarnos a Dios si no estamos cubiertos y vestidos con la
justicia de Cristo. El pecado aparece más claro en el espejo del mandamiento, así que, Dios lo puso
ante Adán; y en ese espejo debemos mirar nuestro rostro. Pero en lugar de reconocer el pecado en
toda su magnitud, y asumir la vergüenza en ellos mismos, Adán y Eva justificaron el pecado y
cargaron la vergüenza y la culpa en otros. En quienes son tentados existe una extraña tendencia a
decir que son tentados por Dios; como si nuestro abuso de los dones de Dios disculpara nuestra
transgresión de las leyes de Dios. Los que están prontos a aceptar el placer y ganancia del pecado
son tardos para asumir la culpa y la vergüenza de ello. Aprendamos entonces, que las tentaciones de
Satanás son todas seducciones; sus argumentos, todos engañosos; sus incentivos son todos trampas;
cuando habla bien, no hay que creerle. Es por el engaño del pecado que el corazón se endurece. Vea
Romanos vii. 11; Hebreos iii, 13. Aunque la sutileza de Satanás pudiera arrastrarnos al pecado, de
ninguna manera nos justifica que estemos en pecado. Aunque él es el tentador, nosotros somos los
pecadores. Que no disminuya nuestro pesar por el pecado el que hayamos sido engañados; antes
bien, que aumente nuestra indignación con nosotros mismos por haber permitido ser engañados por
un conocido tramposo y enemigo jurado, que quiere la destrucción de nuestra alma.