Vv. 15—19. Hay elevadas afirmaciones del favor de Dios para con Abraham en esta
confirmación del pacto con él, que exceden todo aquello con que él había sido ya bendecido.
Quienes están dispuestos a separarse de cualquier cosa por Dios, se verán recompensados con
indecible ventaja. La promesa, versículo 18, apunta sin duda al Mesías y la gracia del evangelio. Por
esto, conocemos la amorosa bondad de Dios nuestro Salvador para con el hombre pecador, en que Él
no escatimó a su Hijo, su Hijo unigénito, y lo dio por nosotros. En esto notamos el amor de Cristo,
en que se dio como sacrificio por nuestros pecados. Sin embargo, Él vive y llama a los pecadores
que vayan a Él y participen de su salvación comprada con sangre. Él llama a su pueblo redimido a
regocijarse en Él y a glorificarle. Entonces, ¿qué le daremos por todos sus beneficios? Que su amor
nos constriña a vivir, no para nosotros mismos, sino para Aquel que murió por nosotros y resucitó.
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admirando y adorando Su gracia, consagremos nuestro todo al servicio de Aquel que dio su vida por
nuestra salvación. —Todo lo más querido en esta tierra es nuestro Isaac. La única manera que
tenemos de hallar consuelo en algo terrenal es ponerlo por fe en las manos de Dios. Pero recordemos
que Abraham no fue justificado por su prontitud para obedecer sino por la obediencia infinitamente
más noble de Jesucristo; su fe al recibir esto, al confiar en esto, al regocijarse en esto, le dio la
disposición y le hizo capaz de tan admirable abnegación y deber.