Vv. 10—13. Habiendo Abram ofrecido la opción a Lot, éste la aceptó de inmediato. La pasión y
el egoísmo hacen maleducados a los hombres. Lot miró la bondad de la tierra; por tanto, no dudó
que florecería ciertamente en un suelo tan fértil. Pero ¿qué salió de ello? Aquellos que, al elegir
relaciones, llamamientos, habitaciones o establecimientos, son guiados y gobernados por la lujuria
de la carne, la lujuria del ojo o el orgullo de la vida, no pueden esperar la presencia o bendición de
Dios. Corrientemente se desilusionan hasta de aquellos a los que principalmente apuntan. Este
principio debe dirigir todas nuestras opciones. Que lo óptimo para nosotros es lo que es óptimo para
nuestras almas. —Lot consideró poco la maldad de los habitantes. Los hombres de Sodoma eran
pecadores osados e impúdicos. Esta era la iniquidad de Sodoma, el orgullo, la hartura de pan y la
abundancia de ocio, Ezequiel xvi, 49. Dios da a menudo una gran abundancia a los grandes
pecadores. Con frecuencia ha sido la suerte vejadora de los hombres buenos el vivir entre vecinos
malos; y debe ser más doloroso si, como Lot aquí, se lo han acarreado a sí mismos por mala
elección.
Vv. 14—18. Los mejor preparados para las visitas de la gracia divina, son aquellos cuyos
espíritus están calmos y no alterados por la pasión. Dios compensará abundantemente con paz
espiritual lo que perdemos por conservar la paz con el prójimo. Cuando nuestras relaciones se nos
alejan, Dios no. —Observe también las promesas con que Dios consoló y enriqueció ahora a Abram.
Él le aseguró dos cosas: una buena tierra y una progenie numerosa para disfrutarla. Las perspectivas
vistas por fe son más ricas y bellas que aquellas que vemos a nuestro alrededor. Dios le hizo caminar
por la tierra, no para pensar de establecerse en ella sino para estar siempre sin instalarse y caminar
por ella en pos de un Canaán mejor. Él edificó un altar como prenda de su agradecimiento a Dios.
Cuando Dios nos satisface con promesas bondadosas, espera que le obedezcamos con alabanzas
humildes. En las dificultades externas muy provechoso es para el creyente verdadero que medite en
la herencia gloriosa que el Señor tiene para él al final.