Vv. 9—14. El apóstol era constante para orar que los creyentes fueran llenos del conocimiento
de la voluntad de Dios con toda sabiduría. Las buenas palabras no sirven sin buenas obras. El que
emprende el fortalecimiento de su pueblo es un Dios de poder, y de poder glorioso. El bendito
Espíritu es el autor de esto. Al orar por fuerza espiritual, no somos presionados ni confinados en las
promesas, y no debemos serlo en nuestras esperanzas y deseos. La gracia de Dios en los corazones
de los creyentes es el poder de Dios y hay gloria en este poder. El uso especial de esta fuerza era
para los sufrimientos. Hay obra que realizar aunque estemos sufriendo. —En medio de todas sus
tribulaciones ellos daban gracias al Padre de nuestro Señor Jesucristo cuya gracia especial los
preparaba para participar de la herencia provista para los santos. Para ejecutar este cambio fueron
hechos súbditos de Cristo, los que eran esclavos de Satanás. Todos los que están destinados para el
cielo en el más allá, están preparados ya para el cielo. Los que tienen la herencia de hijos tienen la
educación de hijos, y la disposición de hijos. Por fe en Cristo disfrutan esta redención, como la
compra de su sangre expiatoria mediante la cual se otorgan el perdón de los pecados y todas las
demás bendiciones. Seguramente entonces consideraremos un favor el ser liberados del reino de
Satanás y llevados al de Cristo, sabiendo que todas las tribulaciones terminarán pronto y que cada
creyente será contado entre los salidos de la gran tribulación.