Vv. 6—11. Muchos se excusan de la obra de la religión, aunque pueden simularla y profesarla.
Pueden imponerse a los demás, pero se engañan si piensan que pueden engañar a Dios, que conoce
sus corazones y sus acciones; y como Él no puede ser engañado, así no será burlado. Nuestro tiempo
es tiempo de siembra; en el otro mundo segaremos lo que sembramos ahora. Hay dos clases de
siembra, una para la carne, y otra para el Espíritu: así será la rendición de cuentas en el más allá. Los
que llevan una vida sensual y carnal, no deben esperar otro fruto de ese camino que no sea miseria y
ruina. Pero los que, bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo, llevan una vida de fe en Cristo, y
abundan en la gracia cristiana, cosecharán vida eterna del Espíritu Santo. —Todos somos muy
proclives a cansarnos del deber, particularmente de hacer el bien. Debemos velar con gran cuidado y
guardarnos al respecto. La recompensa se promete sólo a la perseverancia en hacer el bien. —Aquí
hay una exhortación a todos para hacer el bien en donde están. Debemos tener cuidado de hacer el
bien en nuestra vida y hacer de él la actividad de nuestra vida, especialmente si se presentan
ocasiones nuevas, y hasta donde alcance nuestro poder.