Un joven llevaba años mirando pornografía. Lloró y prometió dejar de hacerlo, pero su patrón persistía. Los ancianos de su iglesia caminaron con paciencia, ternura y firmeza con él durante casi un año. Probaron con programas de rendición de cuentas, pero él los eludió. Le aconsejaron que se deshiciera de su teléfono inteligente y eliminara Internet de su casa, pero él pensó que eso era demasiado extremo. Asistía a la iglesia, pero parecía que la Escritura no le afectaba. Se sentía culpable y desesperado por sus circunstancias, pero eso no cambiaba su forma de vivir.
Siempre hay misericordia para las personas arrepentidas, pero ¿cómo debe responder una iglesia a alguien como este joven, que no está dispuesto a arrepentirse de ver pornografía?
¿Qué es la pornografía?
Encontrar una definición aceptada para la pornografía es cada vez más difícil. Hace poco hablé con un miembro de la iglesia sobre ver una popular serie de televisión. Le pregunté si la serie contenía pornografía. Me dijo que no. Le pregunté si contenía escenas con personas desnudas en actividad sexual. Dijo que sí, pero rápidamente añadió: «Es solo parte de la serie».
La saturación de nuestra cultura con material sexualmente explícito nos ha adormecido ante la naturaleza y el peligro de la pornografía. Muchos se han convencido de que ver a personas teniendo sexo en una pantalla es fundamentalmente diferente a verlas teniendo sexo en el suelo delante de ti. Pero Jesús nos asegura que el pecado virtual no es inocente y conlleva el mismo peligro de juicio divino (Mt 5:28-30).
Generalmente, defino la pornografía como representaciones de temas o comportamientos sexuales en la literatura, el arte o las películas que se consumen para excitación, escape, entretenimiento y/o afirmación. Ver a las personas hechas a imagen de Dios como sujetos para ser consumidos en lugar de prójimos para ser amados es un gran pecado contra Dios y los demás. Nos entrena para desear el mal y contristar al Espíritu Santo que mora en nosotros (1 Co 6:15-20; Ef 4:30). Degrada al portador de la imagen, quien se consume para el disfrute adúltero (Mt 5:28-30). Defrauda al cónyuge o al futuro cónyuge (1 Ts 4:3-8). Contamina el lecho matrimonial con recuerdos adúlteros, comparaciones pecaminosas y expectativas malvadas (Heb 13:4).
Lo peor de todo es que el consumo de pornografía ocurre ante el rostro de Jesús, nuestro amado Esposo (2 Co 11:2-3). Imagina el terror de una esposa si su esposo ve pornografía ante sus ojos. ¿Cuánto peor ante los ojos de Jesús?
Debido a la gravedad de la pornografía, las iglesias hacen bien en tomar medidas serias para erradicarla de la vida del creyente.
Un acto severo de amor
Una iglesia local es un grupo comprometido de creyentes que siguen juntos a Jesús obedeciendo Sus mandamientos bajo la supervisión de líderes piadosos (Heb 13:17). Los miembros de la iglesia deben amarse unos a otros y ayudarse a combatir el pecado persistente. Sin embargo, a veces algunos quedan atrapados en el pecado, y Jesús nos manda buscarlos y restaurarlos a Cristo y a la iglesia (Mt 18:10-35; Stg 5:19-20; Gá 6:1-2).
Tristemente, algunos creyentes profesantes persisten en resistirse al arrepentimiento. Debido a que su hipocresía blasfema el nombre de Jesús (Is 52:5; Ro 2:24), amenaza su propia alma (1 Co 6:9-10), y pone en peligro la salud de la iglesia (1 Co 5:6), la disciplina de la iglesia se hace necesaria.
En la disciplina, la iglesia reprende a un creyente por su pecado, primero en privado, y luego, si la falta de arrepentimiento continúa, ante toda la iglesia (Mt 18:15-17). El proceso de disciplina puede incluir aconsejar a la persona que no se ha arrepentido que se abstenga de la Cena del Señor por una temporada, retirándola de las áreas de servicio (especialmente del ministerio de los niños, del ministerio de los jóvenes y del culto público), o retirándola de los puestos de liderazgo. La última etapa del proceso es retirarlos de la membresía por completo (Mt 18:15-18; 1 Co 5:1-13; 2 Ts 3:13-14; Tit 3:10-11).
Este acto severo de amor sirve a los pecadores descarriados, advirtiéndoles que su trayectoria es la condenación eterna (1 Co 6:9-10; Ef 5:3-6). Cualquier pecado no arrepentido puede llevar a una acción disciplinaria por parte de la iglesia, incluyendo el pecado de la pornografía.
¿Cuándo la pornografía lleva a la disciplina?
La iglesia y sus pastores tienen la responsabilidad de discernir si una persona pecadora muestra señales de fe y arrepentimiento. Esto se hace caso por caso y requiere sabiduría para aplicar la combinación adecuada de corrección, estímulo, paciencia y decisión. Dado que no hay dos casos iguales, una iglesia necesita pastores reales, vivos, en oración y con capacidad de discernimiento, que puedan procesar los hechos, los patrones y las respuestas con sabiduría y determinación. Actúan como médicos del alma, que diagnostican enfermedades espirituales y recetan remedios del evangelio.
Entonces, ¿cómo podrían los pastores evaluar si la relación de un creyente profesante con la pornografía es digna de las últimas etapas de la disciplina eclesiástica? (Para simplificar, utilizaré pronombres masculinos en el resto del artículo, aunque el uso de la pornografía puede convertirse en un problema tanto para hombres como para mujeres).
Discierne si está atrapado
Determinar la relación de la persona con el pecado es importante para determinar su relación con la iglesia. Las siguientes preguntas ayudarán a determinar si la disciplina de la iglesia pudiera ser necesaria.
¿A qué material está accediendo?
El tipo de material que ve indica el nivel de oscuridad en el que está atrapado. ¿Es desnudez? ¿Actividad sexual? ¿Actividad sexual antinatural (como la sexualidad violenta, la homosexualidad o la zoofilia)? ¿Pornografía infantil? Cuanto más profunda sea la oscuridad, más drástica será la respuesta potencial.
¿Con qué frecuencia accede?
El patrón de pecado prepara el terreno para la respuesta de los ancianos. ¿Cuándo fue la última vez que accedió a material explícito? ¿Cuándo fue la vez anterior? ¿Accede mensualmente? ¿Semanal? ¿Diariamente? ¿Cada hora? Cuanto más regular sea el patrón, más motivos de preocupación habrá.
¿Cómo está accediendo a ello?
También es importante la forma en que accede al material. ¿Usa su teléfono? ¿El ordenador? ¿La televisión? ¿Los dispositivos de sus hijos o de su cónyuge? ¿Dispositivos en el trabajo o en otro lugar? Estas preguntas revelan hasta dónde está dispuesto a llegar para acceder a contenidos pecaminosos.
¿Qué otros pecados están asociados?
Si alguien está mirando pornografía, es probable que haya otros pecados cerca. ¿A quién ha mentido sobre su pecado? ¿Cómo lo está encubriendo? ¿Ha contactado con alguien de forma inapropiada en Internet? ¿Ha intercambiado fotos o videos con alguien más? ¿Se ha reunido con alguien para un encuentro pecaminoso? ¿Está abusando de su cónyuge? El nivel en el que el pecado ha hecho metástasis determinará el nivel de intervención necesario para eliminarlo.
¿Cómo fueron expuestos sus pecados?
Hay una gran diferencia entre ser atrapado en el pecado y salir voluntariamente debido a la convicción del Espíritu. ¿Fue atrapado? ¿Reconoció libremente su pecado, o tuviste que forzarle a hacerlo? ¿Fue afligido por el Espíritu de Dios o forzado por las circunstancias? Si está rendido a la obra de Dios en él, ofrecerá respuestas libremente. La deshonestidad consistente es una gran bandera roja.
La administración de estas preguntas puede ayudar a revelar el estado del alma de la persona. ¿Está entregado a su pecado? ¿Está comprometido a excusarlo? Un compromiso arraigado con el pecado es profundamente preocupante y posiblemente lo mueva a la categoría de disciplina formal.
Discierne su arrepentimiento
Los creyentes verdaderos estarán marcados por el dolor y la voluntad de sacrificar cualquier cosa para arrepentirse del pecado con el fin de disfrutar de la comunión con Jesús. Discernir la sinceridad del arrepentimiento de alguien es clave para discernir la necesidad de la disciplina eclesiástica.
Su tristeza.
No todo el dolor por el pecado es igual. Pablo dijo a los corintios: «Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte» (2 Co 7:10). La tristeza del mundo derrama lágrimas por las consecuencias del pecado, como la pérdida de un trabajo, la destrucción de una relación o la humillación pública. Pero el dolor del mundo no tiene nada que ver con Dios. Solo se preocupa por el yo, que es la raíz misma que alimenta el compromiso con la pornografía en primer lugar.
Sin embargo, la tristeza según Dios está orientada verticalmente. Considera que el pecado es, ante todo, contra Dios (Sal 51:4). La tristeza según Dios se da cuenta de que el pecado es una ofensa personal contra Jesús, quien no nos ha hecho ningún mal. La tristeza según Dios produce el deseo de hacer cambios, el temor al juicio eterno, el anhelo de parecerse más a Jesús y el celo de buscar la santidad a toda costa (2 Co 7:11). Si estos frutos están presentes, tenemos razones para esperar y para reducir el ritmo de cualquier conversación sobre disciplina eclesiástica.
Mientras que podemos discernir una mezcla de tristeza mundana y piadosa, una ausencia de tristeza según Dios es gravemente preocupante. Si una persona puede pecar y no le importa que eso aflija a Dios, es posible que no tenga una relación con Dios.
Su sacrificio.
El verdadero arrepentimiento se caracterizará por pasos claros, a menudo drásticos, para «dar frutos dignos de arrepentimiento» (Mt 3:8). Como preguntó un amigo: «¿Hay un rastro [metafórico] de sangre que le sigue mientras corta lo que sea necesario por obedecer a Jesús?».
¿Está dispuesto a eliminar sus aplicaciones favoritas o sus cuentas de redes sociales? ¿Se cambiará a un teléfono no inteligente? ¿Se deshará de la televisión o de la Internet en su casa? ¿Dejará su trabajo o cambiará de profesión para evitar la tentación?
Algunos ofrecerán innumerables excusas de por qué estos pasos son demasiado extremos. Pero Jesús dice: «Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno» (Mt 5:29). Los creyentes auténticos están dispuestos a hacer lo que sea necesario para dejar de pecar. Si alguien muestra que la conveniencia es más importante para él que obedecer a Jesús, esto pone en duda su profesión de fe y puede ser motivo para proceder a la disciplina eclesiástica.
Su gozo en Jesús.
Mientras se afligía por su pecado sexual y el homicidio que cometió, David pedía gozo. En su famoso salmo de arrepentimiento, pide a Dios: «Restitúyeme el gozo de Tu salvación» (Sal 51:12). Los verdaderos arrepentidos también buscan un gozo renovado en su salvación porque quieren que se les devuelva el gozo en Jesús. Jesús es la recompensa del verdadero arrepentimiento. ¿Quiere la persona ser pura de corazón porque quiere «ver a Dios» (Mt 5:8)?
No hay una fórmula clara para determinar exactamente cuándo debe comenzar la disciplina eclesiástica formal o cuánto tiempo es necesario hasta el último paso. Pide en oración al Señor por sabiduría (Stg 1:5). Lleva la carga del pecador que lucha mientras tienes cuidado de evitar pecar contra él por amargura, autosuficiencia o agotamiento (Gá 6:1-2). Considera la excomunión como el último recurso, pero no tengas miedo de llevarla a cabo. Si sigue adelante, espera en oración que Dios haga que la persona se arrepienta (Mt 18:10-35; 1 Co 5:5).
Un mensajero de misericordia
Volvamos a la historia del hombre que mencioné al principio. Después de una larga temporada de continua falta de arrepentimiento, su iglesia finalmente lo retiró de la membresía. Sin embargo, en los meses posteriores a su excomunión, se le diagnosticó una grave enfermedad.
A medida que su estado empeoraba, le atormentaba el hecho de que su pecado había empujado a su familia de la iglesia a disciplinarlo. Dios utilizó esta herida causada por el amor para llevarlo al arrepentimiento (Pr 27:6). Visitó al pastor y le pidió perdón. Se acercó a los demás e intentó enmendar sus errores. En su lecho de muerte, profesó fe en Cristo y reconoció que Dios utilizó el amor severo del pueblo de Dios para prepararlo para presentarse ante Jesús.
La disciplina eclesiástica y su paso final de excomunión puede parecer dura para algunos, pero en realidad es un mensajero de misericordia para preparar a las personas a presentarse ante un Dios santo. El proceso puede ser agotador para todos los implicados, pero confía en la sabiduría de Dios y ten por seguro que el camino hacia el gozo verdadero está pavimentado por Su Palabra. Él caminará contigo, sea cual sea el papel que desempeñes.
GARRETT KELL