Vv. 1—5. San Pablo era apóstol de Jesucristo; fue expresamente nombrado por Él, en consecuencia,
por Dios Padre, que es uno con Él en su naturaleza divina, y nombró Mediador a Cristo. La gracia,
incluye la buena voluntad de Dios hacia nosotros, y su buena obra en nosotros; y la paz, todo ese
consuelo interior o prosperidad externa que nosotros realmente necesitamos. Estas proceden de Dios
Padre como fuente por medio de Jesucristo, pero nótese primero la gracia, luego la paz. No puede
haber paz verdadera sin la gracia. —Cristo se dio por nuestros pecados para hacer expiación por
nosotros: esto exigía la justicia de Dios y a esto se sometió libremente. Aquí debe observarse la
infinita grandeza del precio pagado, y entonces, será evidente que el poder del pecado es tan grande
que no podía ser quitado, de ninguna manera, salvo que el Hijo de Dios fuera dado en rescate. El que
considera bien estas cosas, entiende que el pecado es lo más horrible que pueda expresarse, lo cual
debiera conmovernos, y sin duda, asustarnos. Nótense bien especialmente las palabras “por nuestros
pecados”. Porque aquí empieza de nuevo nuestra débil naturaleza que primero desea ser digna por
sus propias obras. Desea llevar ante Él a los que están sanos y no al que necesita médico. —No sólo
para redimirnos de la ira de Dios y la maldición de la ley, sino también para separarnos de las malas
costumbres y prácticas, a las cuales estábamos esclavizados naturalmente. Pero en vano es que los
que no han sido librados de este presente mundo malo por la santificación del Espíritu, tengan la
expectativa de ser liberados de su condenación por la sangre de Jesús.