Vv. 11—15. Moisés asumió atrevidamente la causa del pueblo de Dios. Queda claro en Hebreo
xi, que esto fue hecho por la fe, con el propósito pleno de abandonar los honores, las riquezas y los
placeres del rango que tenía entre los egipcios. Por la gracia de Dios fue un partícipe de la fe en
Cristo, que vence al mundo. Puesto que tenía la seguridad de que Israel era el pueblo de Dios, estaba
dispuesto, no sólo a arriesgarlo todo, sino a sufrir por amor a Él. —Por concesión especial del Cielo,
que no sienta jurisprudencia para otros casos, Moisés mató a un egipcio y rescató a un israelita
oprimido. Además, trató de poner fin a una disputa entre dos hebreos. El reproche de Moisés aún
podría usarse. ¿No podemos aplicarlo a quienes disputan, y con sus ardientes debates, dividen y
debilitan la iglesia cristiana? Olvidan que son hermanos. El que hacía lo malo atacó a Moisés.
Enojarse por la reprensión es señal de culpa. Los hombres no saben lo que hacen, ni cuán enemigos
son de sí mismos, cuando resisten y desprecian la reprensión fiel y al que la hace. Moisés podría
haber dicho: “Si este es el espíritu de los hebreos, me iré de regreso a la corte y seré el hijo de la hija
del Faraón”. Pero debemos tener cuidado de no ponernos en contra de los caminos de Dios y de su
pueblo, por la necedad y los malos modales de algunas personas que profesan la religión. Moisés se
vio obligado a huir a la tierra de Madián. Dios ordenó esto con fines sabios y santos.