Ahora el rey podía adoptar una postura a favor de lo que creía porque tenía la libertad de hacerlo. Querida Amiga, ¿por qué no actuar como un rey, con esa libertad, y tomar la decisión de venir a Cristo?
La corriente de este mundo nos tiene cegadas. Muchas mujeres creen que deben tener la aprobación del resto de las mujeres con las que trabaja, son mamás conocidas de nuestros hijos porque asisten a la misma escuela, las vecinas que han estado desde hace varios años en el barrio, etc. Esto nos demuestra que verdaderamente no saben lo que es la libertad. Muchas de ellas se visten hablan y hasta tienen costumbres del mundo por ninguna otra razón que la de ser aceptados por su círculo. Déjame decirte querida amiga que existe una verdadera libertad.
Una libertad que tú no tienes en el presente. Yo no tengo por qué vestirme de esa manera. O hablar con palabras de moda. Puedo vestirme de la forma que me gusta, que agrada a mi esposo y familia y así lo hago. No tengo que someterme a un modelo o estilo obligatorio. Así que tengo esa libertad. También quiero decirte: Tú y yo estamos viviendo en un mundo que se encuentra en rebeldía contra Dios; la humanidad va orientada en esa dirección. Pero yo puedo inclinarme ante el Señor Jesucristo. Puedo llamarle mi Señor y mi Salvador. Y ésta es la verdadera libertad.
Yo no sigo la dirección de la mayoría. He hecho mi propia elección. Si tú quieres una libertad auténtica, no una imitación, ven a Cristo. Él mismo dijo en Juan 8:36, “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres". Y ésa sí que es la libertad genuina y eterna. Que no te resulte difícil encontrar la satisfacción de tu alma en Dios y no estar atada firmemente a las reglas o tradiciones de ese estilo de vida que tu grupo o medio ambiente te han fijado.