Hay muchas similitudes entre los personajes Buzz Lightyear y el capitán Pete «Maverick» Mitchell. Ambos son pilotos de pruebas talentosos con una inclinación por el riesgo, incluso cuando los jefes y los protocolos les ordenan ir a lo seguro. Ambos prefieren el conocimiento práctico analógico (los instintos humanos) a la inteligencia de las máquinas (especialmente el temido piloto automático). Ambos son hombres valientes y comprometidos con su deber, dispuestos a arriesgar sus vidas para cumplir la misión que se les ha encomendado, incluso si la forma en que lo hacen enfurece a sus superiores.
Ambos sienten la necesidad de velocidad. En los primeros minutos de sus respectivas películas, Lightyear y Top Gun: Maverick, los pilotos icónicos baten récords de velocidad. Tanto Maverick como Buzz son un poco engreídos, pero ambos valoran la importancia del trabajo en equipo y el impulsar a quienes ellos dirigen para que sean lo mejor que pueden ser. Hay mucho que nos puede gustar de ambos hombres. No son perfectos, pero son heroicos e inspiradores.
Sin embargo, a pesar de todas estas similitudes, las dos superproducciones de verano que llevan sus nombres no podrían ser más diferentes. Las diferencias entre Maverick y Lightyear revelan divisiones culturales sutiles pero importantes en la manera de ver el pasado, el futuro y la naturaleza del progreso.
Lightyear: Acelerando hacia una nueva moral
Aunque se trata de un spinoff (historia derivada del original) de Toy Story, el clásico de 1995, Lightyear está muy lejos de esa película innovadora, en casi todos los sentidos. Mientras que el Toy Story original era una maravilla artística y una historia encantadora, Lightyear es excesiva y poco inspiradora. Mientras que Toy Story celebraba la infancia como tal, haciendo que los espectadores adultos se sintieran de nuevo como niños, Lightyear hace lo opuesto, empujando la infancia hacia la edad adulta de forma inapropiada.
En los primeros veinte minutos de Lightyear, descubrimos que la compañera de Buzz, Alisha Hawthorne (Uzo Aduba), es una lesbiana que se compromete y se casa con una mujer. El beso lésbico que se produce a continuación ha generado, con razón, preocupación entre los padres y conservadores religiosos, lo que ha hecho que la película se prohíba en países como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Malasia y Kuwait. Pero el beso es solo una parte problemática de un montaje más amplio que muestra a la pareja de lesbianas progresando a través de las etapas de la vida —incluyendo el matrimonio, el embarazo, la crianza de los hijos, y más allá— de una manera similar a la secuencia inicial de Up (otra película de Disney). No te equivoques: la decisión de mostrar a una pareja del mismo sexo en este montaje de «vida matrimonial» al estilo de Up es un intento intencionado de normalizar las relaciones LGBT+ como algo tan sano y natural como el matrimonio de Up. «El amor es amor», se nos dice.
En una película en la que aparecen gatos robot y plantas alienígenas depredadoras, es revelador que el punto argumental más extravagante de Lightyear sea el cuadro que abre la película y la relaciona con Toy Story de 1995. Nos dicen que Andy, de Toy Story, recibió un juguete de Buzz Lightyear inspirado en una película estrenada en 1995. Lightyear es esa película, supuestamente. Pero seamos realistas. Una película como Lightyear nunca podría haberse hecho en 1995. El mundo ha cambiado drásticamente en veintisiete años, y mientras que un beso entre personas del mismo sexo en una película para niños podría parecer justificable en 2022 (en la mente de Disney, al menos), nunca hubiera sido posible en 1995. Esta normalización de lo que durante la mayor parte de la historia de la humanidad se consideraba anormal ha sido rápida y arrolladora.
Sin duda, la subtrama lésbica no es el punto central de Lightyear, pero tampoco es una parte insignificante. Al incluir casualmente la homosexualidad en el arco de una de las heroínas de la película (quizás el personaje más simpático), la película sugiere que «gay» es normal y bueno, simplemente un atributo neutro asignado a uno de los personajes, al igual que algunos personajes son altos y otros son bajos, algunos tienen acento kiwi y otros no. Pero esta sutileza, enmarcada como «representación» demográfica sin ninguna dimensión moral, es lo que la hace tan insidiosa.
Los progresistas actúan como si fuera absurdo e irracional que los padres se preocupen por esta «representación» queer en una película infantil de Disney. Chris Evans, quien sustituye a Tim Allen en la voz de Lightyear, ha dicho que los que encuentran problemática la trama gay son «idiotas» que tienen «miedo e ignorancia» y «morirán como dinosaurios». En esencia, él admite que convertirse en «woke» es el principal valor en juego en Lightyear. Evans dijo en la misma entrevista que «lo que nos hace buenos» es «el avance social a medida que despertamos… el constante despertar social».
¿Es esto lo que realmente nos hace buenos? ¿Son los padres y los conservadores intolerantes y fanáticos por querer que sus hijos se formen moralmente en la historia, la tradición, la vieja sabiduría cristiana y los ideales que no han cambiado, en contraposición a las costumbres que cambian rápidamente y al «constante despertar social»? ¿Es confiable la virtud cuando se presenta como algo tan fluido, que cambia dramáticamente de década en década?
No. Como padre, no estás equivocado al preocuparte por cómo este «nuevo mundo» del despertar social está formando la imaginación moral de tu hijo. Por eso, si optas por no llevar a tu hijo a ver Lightyear, no eres un dinosaurio.
Maverick: Retrocediendo para avanzar
Si Lightyear favorece el despertar woke por encima del asombro, Maverick favorece el asombro por encima del despertar woke. Si Lightyear sumerge a los niños en problemas de adultos, Maverick lleva a los adultos a sentirse de nuevo como niños, soñando con grandes sueños y abrazando la maravilla del «viaje emocionante» de las películas como un bien en sí mismo. Si Lightyear complica el rol de «héroe que saca de apuros» (Buzz: «No podré salvarte». Izzy: «No necesitas salvarnos. Tienes que unirte a nosotros»), Maverick adopta el heroísmo de resolver los problemas con la sencillez de la vieja escuela y la emocionante acción de los héroes. ¿Es sorprendente que Lightyear haya tenido un rendimiento inferior en la taquilla mientras que Maverick se ha convertido en el mayor éxito del año?
La única barrera que rompe Maverick es la velocidad del sonido. No es una película que intente abrir un nuevo camino de representación o promover una agenda moral de vanguardia. Más bien, el mensaje más audaz de Maverick es que no tiene un mensaje audaz. Sin embargo, en una época en la que todo, desde balas militares hasta la hamburguesa de Burger King, deben convertirse en un vehículo de mensajes sociales importantes, la negativa de Maverick a predicar es radical. Más radical aún es la convicción de Maverick de que el mejor camino hacia el futuro pasa por la recuperación del pasado: honrar el pasado en lugar de descartarlo; ver el valor en cierta medida del tradicionalismo en lugar de la constante iconoclasia.
Aunque ciertamente está impulsada por una fuerte dosis de nostalgia de los ochentas y por las lucrativas perspectivas de reiniciar una franquicia apreciada, la fidelidad de Maverick al pasado va más allá de los signos de dólar. Esta es una película en la que los compromisos generacionales importan y la continuidad institucional se valora. Se atreve a afirmar que no todo lo viejo debe ser desechado, y no todo lo nuevo debe ser abrazado. Cuando a Maverick (Tom Cruise) le dicen: «Tu especie está en peligro de extinción», su respuesta es desafiante: «Puede que sí, señor, pero hoy no».
Ciertamente, no todo en Maverick es moralmente encomiable, al igual que no todos los valores «tradicionales» son moralmente valiosos (si no son bíblicos). Pero mientras que películas como Lightyear ven el progreso como un «constante despertar social», películas como Maverick ven el progreso como un recordar social. No es una postura que santifique el pasado o lo vea con gafas color de rosa, como si todo antecedente fuera automáticamente virtuoso. No es que no critique el pasado, sino que lo aprecia con humildad, reconociendo que el camino más seguro hacia la sabiduría moral es una excavación reflexiva del pasado imperfecto, más que un camino pionero hacia el futuro no probado.
Buenos pilotos pueden estar en aviones malos
En Maverick, el personaje principal dice en un momento: «No es el avión; es el piloto».
Como pilotos, Maverick Mitchell y Buzz Lightyear modelan valores similares que vale la pena emular. Pero sus respectivos vehículos —las películas en las que residen— vuelan en direcciones muy diferentes.
Mientras uno se dirige con confianza hacia el pasado, con la esperanza de recuperar las virtudes que necesitaremos para el futuro, el otro se dirige a velocidad vertiginosa hacia un territorio inexplorado. Irónicamente, para la franquicia que lanzó el eslogan «Siento la necesidad, la necesidad de velocidad», Top Gun: Maverick sugiere que es sensato pisar el freno, en lugar de avanzar temerariamente sin un plan ni un mapa. Lightyear, en cambio, ve su misión solo en el sentido de avanzar: «Al infinito y más allá». El énfasis está en más allá.
¿Cuál es el «más allá» al que nos llevará el «constante despertar social»? No quiero estar en ese avión para averiguar dónde aterriza, ni tampoco quiero que lo estén mis hijos. Prefiero llevarlos en un viaje de recuperación: recordando los días de antaño y las generaciones pasadas (Dt 32:7), descubriendo y aprendiendo a amar la eternidad de la verdad de Dios en lugar de deleitarnos en reinventarla para cada época pasajera.
Brett McCracken