La gratificación inmediata, la necesidad de ser aceptados sin importar si esta en riesgo la esencia, la salud, o incluso la vida, son luchas que se marcan en la adolescencia y que se evidencian en las relaciones de allí en adelante, y hacen parte de ese culto que exalta el mundo y su cultura pagana, donde la superficialidad y la glorificación del cuerpo y el placer se convierten en valores, pero la moral y la integridad son desvaloradas.
Encontramos una raíz de los problemas alimenticios en la hipersexualización a la que se someten muchas personas en la niñez, también la falta de formación bíblica de manera parental y falta afirmación de identidad desde los hogares.
Es abundante la cantidad de pautas publicitarias que empiezan con un mensaje que promueve la autenticidad y la autoestima, pero terminan sugiriendo un cambio estético o utilizan la misma modelo con piel lisa y tersa, sin manchas ni imperfecciones grasosas, el chico atlético con nariz recta y barba estupenda, todos con diseño de sonrisa y abdominales marcadas, ¿puedes notar la incoherencia? Vivir bombardeados de esa manera y resistiendo todos los días no es algo fácil, muchos jóvenes no sobreviven y ceden, cayendo presos de la idolatría corporal, después del primer cambio, ya están pensando en el siguiente y en ese camino nunca encontraran satisfacción.
Cada país entonces tiene marcados estereotipos de belleza que involucran formas físicas, edad, colores y cifras en kilogramos, cifras de cuantos viajes realiza cada año, cuantas veces va al gimnasio, cuantas veces al spa, y todo concluye en la superficialidad, en una competencia que les vuelve incompetentes para la vida. Todos nos vemos expuestos a ella y solo la palabra de Dios nos puede hacer libres y caminar en libertad permanentemente.
Y los desordenes alimenticios pueden ser restrictivos como la anorexia o compulsivos como la glotonería, que se asocia en muchos casos con cuadros de ansiedad. Colosenses 3:5 Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
Nuestros Dios nos recuerda, que nos ama y somos hechura suya para hacer cosas buenas, somos llamados a bendecir a otros, a pensar en nosotros en una medida justa, y esto se logra a través de un servicio activo hacia los demás, la invitación es entonces a involucrarte a un ministerio de tu iglesia local, a un voluntariado y a una vida devocional disciplinada. Efesios 2:10 Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.
Alcanzada por su gracia
Sharon Sáenz.