Vv. 18—23. Parecía humildad recurrir a los ángeles, como si los hombres tuviesen conciencia de
su indignidad para hablar directamente a Dios, pero eso no tiene respaldo, porque toma la honra
debida sólo a Cristo y se la confiere a la criatura. En esta humildad aparente había un verdadero
orgullo. Los que adoran ángeles desconocen a Cristo que es el único Mediador entre Dios y el
hombre. Recurrir a otros mediadores fuera de Cristo es un insulto para Él, que es la Cabeza de la
Iglesia. Cuando los hombres se apartan de Cristo, se asen de eso que no les sirve. —El cuerpo de
Cristo es un cuerpo que crece. Los creyentes verdaderos no pueden vivir según las modas del
mundo. La sabiduría verdadera es mantenerse apegado a los designios del evangelio: por entero
sometidos a Cristo que es la única Cabeza de su Iglesia. Los sufrimientos y los ayunos impuestos a
uno mismo pueden dar el espectáculo de rara espiritualidad y voluntad de sufrir, pero no son “ningún
honor” para Dios. Todo tendía, erróneamente, a satisfacer la mente carnal gratificando la voluntad
propia, la sabiduría propia, la justicia propia y despreciando al prójimo. Siendo las cosas como son,
no tienen en sí mismas sólo la apariencia de la sabiduría o son una simulación tan débil que no le
hacen bien al alma, ni proveen para la satisfacción de la carne. Lo que el Señor ha determninado que
sea indiferente, considerémolo como tal, y permitamos una libertad semejante al prójimo;
recordando la naturaleza pasajera de las cosas terrenales, procuremos glorificar a Dios al usarlas.