Vv. 1—7. Los creyentes son hermosos porque están vestidos de la justicia de Cristo; y fragantes, por estar adornados con las gracias de su Espíritu; ellos florecen bajo los refrescantes rayos del Sol de justicia. —El lirio es una planta muy noble en el Oriente; crece a considerable altura, pero tiene un tallo débil. La Iglesia en sí misma es débil, pero es fuerte en el que la sostiene. Las malas, las hijas de este mundo que no tienen amor por Cristo, son como espinas, sin valor e inútiles, nocivas y dañinas. Las corrupciones son espinas en la carne, pero el lirio que está ahora entre espinas, será trasplantado a aquel paraíso donde no hay malezas ni espinas. —El mundo es un árbol estéril para el alma, pero Cristo es el fructífero. Cuando las pobres almas están resecas bajo la convicción de pecado, con los terrores de la ley, o los problemas de este mundo, cansados y muy cargados, deben encontrar reposo en Cristo. No es suficiente pasar bajo su sombra sino que debemos sentarnos bajo ella. Los creyentes han gustado que el Señor Jesús es bueno; sus frutos son todos los preciosos privilegios del nuevo pacto comprados por su sangre, y comunicados por su Espíritu; promesas dulces para el creyente, y también los preceptos. Los perdones son dulces y la paz de conciencia, dulce.
Si nuestras bocas están amargas por los placeres del pecado, los consuelos divinos nos serán dulces. —Cristo lleva al alma a que busque y halle consuelo por medio de sus ordenanzas, que son como una casa de banquete donde sus santos festejan con Él. El amor de Cristo, manifestado por su muerte y por su palabra, es la bandera que Él despliega, y los creyentes recurren a Él. —¡Cuánto mejor es para el alma estar enferma de amor por Cristo que cuando está saciada con el amor de este mundo! Aunque Cristo parecía haberse retirado, aún era una ayuda muy presente. Todos sus santos están en su mano, que tiernamente sostiene sus cabezas doloridas. Encontrando a Cristo así de cerca a ella, el alma se cuida mucho de que su comunión con Él sea interrumpida. Contristamos fácilmente al Espíritu con los malos temperamentos. Los que tienen consuelo, teman pecar y perderlo.