Vv. 9—12. Las primicias de Cristo que abrieron el camino, a los gentiles convertidos más tarde
son los que siguen, y atribuyen, con triunfo, su salvación a Dios y al Redentor. —En los actos de
adoración religiosa nos acercamos a Dios y debemos ir por Cristo; los pecadores no pueden
aproximarse al trono de Dios si no es por un Mediador. Ellos estaban vestidos con los ropajes de la
justificación, la santidad y la victoria; y tenían palmas en sus manos, como acostumbraban a
presentarse los vencedores en sus triunfos. Tal aparición gloriosa será la que hagan al final los fieles
siervos de Dios, cuando hayan peleado la buena batalla de la fe, y terminado su carrera. Con una voz
fuerte dieron a Dios y al Cordero la alabanza de la gran salvación. Los que disfrutan de la dicha
eterna deben bendecir, y bendecirán al Padre y al Hijo; lo harán en público y con fervor. —Vemos
cuál es la obra del cielo, y debemos empezarla ahora, poner nuestros corazones mucho en ella, y
anhelar ese mundo donde serán perfeccionadas nuestras alabanzas y nuestra dicha.