Vv. 9—11. La visión del apóstol al abrirse el quinto sello fue muy impresionante. Vio las almas
de los mártires debajo del altar; al pie del altar del cielo, a los pies de Cristo. Los perseguidores sólo
pueden matar el cuerpo; después de eso, no es más lo que pueden hacer; el alma vive. Dios ha
provisto un buen lugar en el mundo mejor para los que son fieles hasta la muerte. No es su propia
muerte, sino el sacrificio de Cristo lo que les da entrada al cielo. La causa por la que sufrieron fue la
palabra de Dios: lo mejor que puede hacer todo hombre es dar su vida por ella; la fe en la palabra de
Dios, y la confesión de esa fe que no es removida. Ellos encomiendan su causa a aquel a quien
pertenece la venganza. El Señor es el consolador de Sus siervos acongojados y preciosa es la sangre
de ellos ante sus ojos. Como la medida del pecado de sus perseguidores se está llenando, así mismo
el número de los siervos perseguidos y martirizados de Cristo. Cuando esta se llene, Dios enviará
tribulación a los que los perturban y felicidad y reposo sin interrupción a los que son perturbados.