Estudio Biblico
Laodicea era una ciudad ubicada en Asia menor. Esta ciudad se convirtió en centro comercial principal y consiguió riqueza e influencia.
Su industria de la lana floreció gracias a la producción y exportación de lana negra, de la fabricación de ropas corrientes y costosas y de la invención de un colirio eficaz para los ojos. Tenía una floreciente escuela de medicina que se especializaba en oídos y ojos y había desarrollado un ungüento para tratar la inflamación de ojos. Debido a este ungüento, la escuela adquirió fama mundial.
A su vez, los cristianos de Laodicea tampoco tuvieron que enfrentarse a ninguna persecución de parte de los gentiles, ni tampoco hubo en la ciudad falsos profetas, incluyendo a Nicolaítas, a Balaam o a Jezabel. La iglesia se conformaba a otras religiones, disfrutaba de riqueza material y vivía una vida fácil. En consecuencia, Jesús no pronuncia ninguna palabra de alabanza o ponderación de esta iglesia ni de iglesias similares que no llegan a proclamar su palabra.
Por otro lado, las aguas que había alrededor de Laodicea eran potables y frías pero al llegar a la ciudad de Laodicea por el viaducto, las aguas no llegaban ni frías, ni calientes sino tibias. Lo que el Señor quería hablar era que aquellos que se declaraban ser cristianos tuvieran una genuina vida en Cristo. El Señor les reprochaba que volvieran a tener ese fuego espiritual y ese entusiasmo. Esta iglesia no tenía interés por las cosas de Dios, en servirle, en amarle, no tenían el más mínimo interés en que la iglesia avanzara. Les importaba todo menos la Iglesia.
Finalmente, Laodicea fue una iglesia que había dejado al Señor por fuera. Vs 20. Este es un versículo que frecuentemente usamos para evangelizar a los inconversos, pero si notamos bien, el mensaje es una palabra directa a la iglesia que estaba en Laodicea. Una iglesia con una vida espiritual liviana, de poco fuego y compromiso con su Señor.
Para reflexionar: oye lo que el Señor te dice: “¡ojala fueses frio o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
3:15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
3:16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
3:17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
3:18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
3:19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
3:21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
3:22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.