Nuestra conciencia puede ser poderosa, pero incluso esta brújula moral dada por Dios puede ser influenciada por nuestros pensamientos y experiencias. Lo que más importa es la cantidad de verdad con que ella es moldeada.
Puesto que Jesucristo es la verdad (Jn 14.6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí), confiar en Él es el primer paso para desarrollar una buena conciencia. Cuando Él entra en nuestra vida, nos da una mente nueva y un corazón nuevo, que pueden entender y aplicar la verdad. Lo que antes considerábamos aceptable, ahora lo reconocemos como pecaminoso.
También tenemos la verdad de la Palabra de Dios. Al dejar que la Biblia llene nuestra mente, nuestro “sistema de alerta” se agudiza, y entonces filtramos los pensamientos y las acciones a través del estándar de Dios en cuanto a lo bueno y lo malo.
Se nos ha dado el Espíritu Santo, que trabaja con nuestra conciencia para ayudarnos a diferenciar entre la santidad y el pecado. Pero, además, interpreta las Sagradas Escrituras por nosotros, y nos impulsa a aplicarlas con precisión.
Felizmente, el Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para desarrollar una buena conciencia, la cual es indispensable para tener una vida piadosa.