Vv. 1—5. Innecesario e inútil es preguntar la fecha específica de la venida de Cristo. No lo reveló a
los apóstoles. Hay tiempos y sazones para que nosotros trabajemos, y es nuestro deber y
preocupación conocerlos y observarlos, pero en cuanto al tiempo en que debamos rendir cuentas, no
lo sabemos ni es necesario que lo sepamos. —La venida de Cristo será una gran sorpresa para los
hombres. Nuestro mismo Señor lo dijo así. Como la hora de la muerte de cada persona, así será el
juicio para la humanidad en general, así que el mismo comentario responde para ambas. La venida
de Cristo será terrible para los impíos. Su destrucción les sobrevendrá mientras sueñan con la
felicidad y se complacen con vanas entretenciones. No habrá medio para eludir el terror del castigo
de ese día. —Ese día será de dicha para el justo. Ellos no están en tinieblas; son hijos de la luz. Esta
es la feliz condición de todos los cristianos verdaderos. ¡Pero cuántos dicen paz y seguridad,
mientras sobre sus cabezas pende la destrucción eterna! Despertémonos a nosotros mismos y unos a
otros y cuidémonos de nuestros enemigos espirituales.
Vv. 6—11. La mayor parte de la humanidad no considera las cosas del otro mundo porque están
dormidos; o no las consideran porque duermen y sueñan. Nuestra moderación en cuanto a todas las
cosas terrenales debiera ser conocida de todos los hombres. Los cristianos que tienen la luz del
evangelio bendito brillando en sus rostros, ¿pueden despreocuparse de sus almas y ser indolentes con
el otro mundo? Necesitamos la armadura espiritual o las tres gracias cristianas: fe, amor y esperanza.
Fe si creemos que el ojo de Dios siempre está sobre nosotros, que hay otro mundo para el cual
prepararse, vemos razón de estar alertas y ser sobrios. El amor verdadero y fervoroso a Dios y a las
cosas de Dios, nos mantendrá alertas y sobrios. Si tenemos esperanza de salvación, cuidémonos de
toda cosa que haga vacilar nuestra confianza en el Señor. Tenemos la base sobre la cual construir
una esperanza inconmovible cuando consideramos que la salvación es por nuestro Señor Jesucristo
que murió por nosotros para expiar nuestros pecados y para rescatar nuestras almas. Debemos
unirnos en oración y alabanza unos con otros. Debemos darnos buen ejemplo unos a otros y este es
el mejor medio para responder a la finalidad de la sociedad. Así aprenderemos a vivir para Aquel
con quien esperamos vivir para siempre.