| CORNELIA HERNÁNDEZ DE MATOS
«No logro concentrarme durante mi tiempo de oración o cuando leo la Biblia». «Me olvido de hacer cosas importantes con frecuencia». «Vivo con una sensación de cansancio constante, aunque me acabe de despertar».
Estas son solo algunas de las frases que varias aconsejadas han expresado en nuestras reuniones… no solo en la primera sesión, sino también en las subsiguientes. Las he escuchado expresarse con cierta frustración porque no han podido completar las tareas espirituales que con frecuencia les son asignadas en la consejería.
Estos comentarios me recuerdan que el ser humano, por diseño de Dios, funciona de manera integral. Nuestras emociones y nuestro cuerpo físico están en constante conexión. Somos un alma que habita en un cuerpo físico y debemos cuidarnos de manera integral.
¿Qué aspectos de la vida del aconsejado se deben tomar en cuenta en la consejería bíblica? ¿El consejero debe ver al aconsejado solo como un ente espiritual, dejando de lado las demás áreas de la vida? Por ejemplo: ¿Será importante para un aconsejado ansioso que le preguntemos algo más que simplemente cuáles son los asuntos con los que batalla para que pueda verlos a luz del evangelio?
¿Te has preguntado cómo es que Dios haría una consejería? Estoy segura de que, conociéndonos como nos conoce, Él tomaría en cuenta muchos más elementos que nosotros. A diferencia nuestra, el Señor cuida de muchos detalles que solemos pasar desapercibidos.
Quizá conoces el caso del profeta Elías y recuerdas la crisis que experimentó después del enfrentamiento con los profetas de Baal, donde Dios mostró su poder enviando fuego del cielo a solicitud de Su siervo. Al escuchar las amenazas de Jezabel, Elías tuvo miedo y fue al desierto a esconderse, deprimido. Dios trata con este profeta tomando en cuenta sus necesidades básicas: comida y descanso (1 R 19:3-7). Ni siquiera le hace preguntas o lo confronta de inmediato (como solemos hacer nosotros), sino que condesciende a la condición de su cuerpo físico luego de un día de caminar por el desierto.
Seguramente Elías no podía pensar con claridad; era preciso que descansara y se alimentara para poder completar la obra que Dios le iba a encomendar. Además, el Señor mostró paciencia, esperó a que el profeta se repusiera para indicarle los siguientes pasos.
Seres físicos y espirituales
Dios diseñó nuestros cuerpos con necesidades físicas y emocionales, además de las espirituales. Cada una de estas necesidades nos recuerdan lo limitados que somos y, por tanto, lo mucho que dependemos de Él. El Señor sabe lo que necesitamos y ha prometido suplirlo en todos los aspectos de nuestra vida (Mt 6:32). ¿Cómo podríamos ignorar esto?
Como consejeros bíblicos tendemos a enfocarnos casi exclusivamente en la vida espiritual del aconsejado, sin prestar atención a los demás aspectos que afectan de manera directa o indirecta en su madurez espiritual. No debemos perder de vista que la forma en que una persona trata su cuerpo expresa algo de su vida espiritual y su mundo emocional. Por otro lado, un cuerpo enfermo y con malos hábitos influye en la vida espiritual de la persona.
Estos son cinco aspectos físicos que deben tomarse en cuenta al evaluar la situación de una persona durante la consejería:
1. Calidad de sueño y descanso
El sueño es imprescindible para todo ser humano; el cerebro necesita que durmamos para realizar ciertas funciones básicas, de manera que despertemos en óptimas condiciones para enfrentar el día. No se trata solo de cantidad, sino también de calidad. Es recomendable hacer preguntas como: ¿Duermes bien? ¿Cuántas horas? ¿Cómo despiertas en las mañanas? ¿Cómo está tu energía durante el día?
La necesidad de descanso es un recordatorio de que no somos ilimitados, no somos Dios. Una persona con una mente cansada no puede hacer un buen uso de su memoria, por ejemplo. Le costará recordar textos bíblicos y aún más reflexionar en su significado para aplicarlos en su vida diaria.
2. Hábitos alimenticios
La necesidad de alimentarnos es también un recordatorio diario de nuestras limitaciones; dependemos de Dios para que nos supla el alimento de cada día. Una persona que no se alimenta bien —ya sea por que no tiene deseos de comer o por que no tiene acceso a una buena alimentación— tendrá manifestaciones físicas que afectan su funcionamiento, su estado de ánimo y también su vida espiritual.
No des por sentado que la persona que tienes enfrente, solo porque respira y habla, está alimentándose de manera adecuada. Pregúntale si ha perdido peso, si experimenta hambre, cuantas veces al día se alimenta y la calidad de los alimentos. De hecho, si crees que tal vez está minimizando la situación, puedes indagar con algún familiar, con el permiso del aconsejado.
3. Ejercicio
Nuestros cuerpos no fueron diseñados para que fuéramos sedentarios; necesitamos ponernos en movimiento. Los beneficios son múltiples: desde salud cardiovascular hasta la liberación de neurotransmisores que mejoran la salud mental del individuo.
No me refiero a realizar entrenamientos intensos (a menos que la persona así lo desee), sino de ser intencionales para ejercitarse con frecuencia. Los beneficios del movimiento se obtienen con una caminata de 45 minutos, cuatro o cinco veces por semana. Si es posible hacerlo al aire libre, aún mejor. ¡Anima a tu aconsejado a caminar!
Para algunos, las caminatas de oración son provechosas: hablar con Dios mientras caminas, reflexionar en algún texto bíblico o recordar alguna alabanza. También podrían realizarse algunos ejercicios en casa. Durante la pandemia este fue un recurso muy útil para muchos. Existen tantos programas gratuitos en Internet, que resulta difícil no encontrar algo que pueda funcionar para cualquiera, incluso si no se cuenta con equipo de ejercicio en casa.
Si bien es cierto que los beneficios de hacer ejercicio se cosechan con el tiempo (y que cada uno de nosotros responde diferente a estos cambios de hábitos) el romper la inercia y empezar a ejercitarse genera una sensación de bienestar que mejora las funciones vitales en pocos días.
4. Funcionamiento general
Las luchas que enfrentamos en el día a día, además de tener un componente espiritual, impactan la manera en que realizamos nuestras funciones cotidianas. No importa si se trata de labores domésticas o de proyectos laborales que conlleven complejidad. Para realizar dichas funciones necesitamos preservar nuestra capacidad de memoria, concentración y análisis.
Encuentro muy provechoso evaluar junto al aconsejado cómo está actuando frente a sus responsabilidades. Le pregunto si se siente capaz de manejar bien sus roles en cada área de su vida: ¿Llegas a tiempo al trabajo? ¿Cómo calificarías tu eficiencia y responsabilidad laboral? ¿Disfrutas tus labores diarias? ¿Tienes muchas tareas pendientes por realizar? ¿Te quejas con frecuencia? ¿Qué dicen las personas que viven o trabajan contigo con respecto a tu funcionamiento? Cuando piensas en todas las obligaciones que tienes por delante, ¿qué sientes? ¿Pesadez, desánimo? ¿O por el contrario, te reta y —aunque puede ser agotador— sabes que Dios te ha colocado en ese lugar para un propósito trascendente?
5. Estado de salud
Los consejeros no tienen que ser médicos, pero saber si tu aconsejado sufre de alguna condición de salud es valioso para la consejería. Esto te ayudará a entender algunas de las necesidades que experimenta.
Todos debemos realizarnos chequeos médicos periódicos, aun si no tenemos ningún padecimiento. Cuidar nuestro cuerpo físico es una manera de expresar gratitud a Dios por ese regalo y no debemos dar por sentado la salud. Cuando una persona está desenfocada, ya sea por ansiedad o por profunda tristeza, lucha para hacer frente a los temas del día a día de cualquier índole, y tiende a descuidar su salud física.
Mira a la persona completa
Que los aspectos mencionados anteriormente estén funcionando de manera adecuada no garantiza que no tendremos problemas espirituales. Sin embargo, es importante estar conscientes de la influencia de la dimensión física del ser humano en la vida espiritual del mismo y viceversa.
Por supuesto, debemos tener cuidado de no estar tan enfocados en estos aspectos que descuidemos lo primordial: la obra del Espíritu Santo en el carácter del aconsejado. Nada de esto es mágico… no sustituye el trabajo profundo espiritual que cada aconsejado necesita recorrer a la luz de la obra de Cristo por nosotros. Sin embargo, una mirada integral a la persona nos ayuda a conocer cómo esta ve a Dios y se relaciona con Él y, en consecuencia, cómo dicha relación impacta la forma en que se ve a sí mismo por la manera en que vive la vida.