¡Abba, Padre! - 1 Juan 3:1
Estudio Biblico
GERSON MOREY
Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios (1 Jn 3:1).
Es evidente que Juan busca con esta declaración que meditemos esa verdad para que seamos tocados, abrumados y sobrecogidos por esta gloriosa realidad. «Miren», empieza diciendo Juan.
En otras palabras: piensa, medita, toma en cuenta, contempla esta verdad. Somos hijos del Creador. Nuestra relación con Dios ya no es la del Creador con Su criatura, sino la de un Padre con Su hijo. Incluso en eso se expresa el amor de Dios.
La Biblia dice que el amor de Dios se expresa en que nos escogió (Ef 1:4-5); en que dio a Su Hijo (Jn 3:16); en que Cristo muere por nosotros cuando aún éramos pecadores y vivíamos separados de Él (Ro 5:8); y en la realidad de que nos dio vida nueva (Ef 2). Pero en este pasaje de 1 Juan, el autor nos recuerda que ese amor también se ha manifestado en que Dios nos adoptó para ser Sus hijos. ¡Qué glorioso! Podemos llamar a Dios nuestro Padre. ¡Abba, Padre!
¿Qué pasaría si dejamos que esta verdad domine la perspectiva que tenemos de nosotros mismos? ¿Qué pasaría si hacemos a un lado nuestros complejos e inseguridades y nos miramos como Dios nos mira? ¿Qué pasaría si dejamos que nuestra posición de hijos sea lo más determinante en nuestra mente y corazón? ¿Qué pasaría si rehusamos hacernos las víctimas y resistimos a la autocompasión para abrazar la eterna y trascendente realidad de que somos hijos de Dios? ¿Por qué no dejamos que nuestra identidad sea definida por la realidad de nuestra adopción?
Esto nos recuerda que la salvación también ha provisto de manera integral para nuestras grandes necesidades como seres humanos, porque en el evangelio encontramos provisión para la necesidad de sentirnos aceptados, amados y protegidos.
Nuestros anhelos por ser aceptados y deseados como hijos han sido llenados completa y eternamente en Cristo. Somos amados de manera tierna y perfecta por nuestro Padre. Somos hijos y Él, como la máxima expresión de un padre amoroso, cuidará de nosotros, nos guiará y proveerá para todas nuestras necesidades. ¡Qué gloriosa verdad!
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