Desperté porque mi martillo no paraba de sonar. Revisé la herramienta y no había nada relevante, pero seguía titilando cada medio minuto, demandando mi atención:
«Hoy es un buen día para colgar un cuadro: aquí hay algunas sugerencias de arte para ti».
«Tu amigo Joaquín acaba de clavar un pedazo de madera para armar una silla… ¡mira su progreso!».
«Hay tres ferreterías en tu área. Sal en 10 minutos para evitar el tráfico».
La verdad es que hoy no tenía planes de usar el martillo, pero la idea me pareció cada vez más atractiva. Pasé 45 minutos viendo los modelos nuevos (el mío ya se estaba quedando obsoleto, lo compré el año pasado) y atendiendo notificaciones. No me di cuenta de que llegaría tarde y sin desayunar a mi primera reunión de trabajo.
¿Herramientas sin propósito?
Lo que acabo de contar, por supuesto, no es una historia real. No tengo un martillo inteligente que envíe alertas y me distraiga de mis responsabilidades. La idea de un dispositivo de este tipo es absurda (aunque no me sorprendería que existiera) y con justa razón.
No necesitamos que un martillo nos avise cuándo hay que martillar; nosotros determinamos cuándo es preciso utilizarlo. Tenemos un plan, un objetivo: armar un gabinete para la cocina o fijar el marco de la puerta. Buscamos el martillo cuando es tiempo de clavar. Cuando la herramienta ha cumplido su cometido, la guardamos otra vez.
Eso me hace pensar que resulta curioso que digamos con tanta facilidad que nuestro teléfono móvil es una herramienta. Raramente lo usamos como tal. Piénsalo: ¿Cuántas veces al día levantas tu móvil con un propósito específico? ¿Cuántas veces al día desbloqueas el teléfono solo porque estás aburrido o evadiendo alguna responsabilidad… o simplemente porque ya es un reflejo automático?
Aún más, si piensas en las veces que sí usas el móvil con propósito, ¿cuántas veces logras cumplir ese objetivo sin perderte en alguna red social, juego o aplicación de mensajería?
El teléfono puede ser usado como una herramienta, pero ese uso no se desarrollará de manera natural, solo porque sí. El móvil y sus apps no están diseñados simplemente para que los uses, también están diseñados para usarte a ti. Están diseñados para impulsarte a que pases frente a la pantalla mucho más tiempo del que necesitas.
Es hora de examinarnos: ¿Nos estamos dejando dominar por el teléfono (1 Co 6:12)? Si es así, aquí hay cuatro cosas que podemos hacer al respecto:
1) Establece un propósito
¿Para qué quieres usar el teléfono? Piensa en todas las cosas maravillosas y útiles que puedes hacer con tu dispositivo: conectar con familiares que viven lejos, navegar el tráfico de la ciudad, escuchar podcasts edificantes mientras lavas los platos, capturar momentos especiales en video y mucho más.
¿Para qué no quieres usar el teléfono? Piensa en todas las cosas que quizá se sienten bien en el momento, pero luego te dejan un mal sabor de boca: huir a un juego insípido cuando las cosas se ponen difíciles en el trabajo, ver videos de YouTube en la cama hasta la medianoche, recibir alertas sobre lo que hizo el amigo del amigo de tu primo, usar Instagram para codiciar y mucho más.
Ora por sabiduría (Stg 1:5) y establece con claridad lo que quieres hacer y lo que no quieres hacer con tu móvil.
2) Diseña un proceso
Después de definir para qué quieres utilizar el teléfono, debes diseñar un plan sencillo para cumplir con ese objetivo. Ya estableciste el «qué», ahora sigue el «cómo». Por ejemplo, si deseas usar Facebook para mantenerte en contacto con seres queridos que viven lejos, tu plan podría ser el siguiente:
Los lunes y viernes después del almuerzo, pasaré media hora en Facebook desde el ordenador. Veré los perfiles de mi familia y amigos y compartiré las fotos que he tomado a lo largo de la semana.
No necesitas más (al menos, claro, que estés usando a tu familia como excusa para pasar horas viendo memes). Piensa en las cosas que verdaderamente quieres hacer con tu móvil y crea estrategias para lograr esos objetivos sin perderte en las otras mil cosas que podrías hacer, pero realmente no aprovechan.
3) Quita lo que es ocasión de caer
Que una aplicación pueda estar en tu teléfono no significa que deba estar en tu teléfono. El televisor debería estar en la sala, no en tu bolsillo.
Regresa a la lista de cosas que no quieres hacer con el teléfono. Quita del móvil lo que te estorba y te provee un escape barato cuando te encuentres estresado o aburrido. Arranca lo que te es ocasión de caer (Mt 18:8-9). Instala aplicaciones que te permitan poner límites a las plataformas en las que es fácil perderte durante horas.
No esperes que las buenas intenciones te sostengan. La emoción de cambiar nuestros malos hábitos dura solo un rato. Nuestra responsabilidad es estar en guardia y procurar ser buenos mayordomos de lo que Dios nos ha confiado.
4) Llénate de lo que te hace florecer
Pon «al frente y al centro» de tu móvil todo lo que realmente te lleva a crecer a la imagen de Cristo… a ser la persona que Dios quiere que seas. Convierte tu teléfono móvil en una «navaja suiza» para la virtud.
Las herramientas de navegación, los calendarios y las listas de tareas pueden ayudarte a cumplir las responsabilidades que Dios te ha confiado en tu hogar, tu lugar de trabajo, tu vecindario y tu iglesia local. Aprovecha aplicaciones que te ayuden a desarrollar buenos hábitos como la lectura o el llamar a un amigo cada semana para ver cómo está. Descarga podcasts interesantes en tu teléfono y guarda artículos edificantes para leer más tarde.1 Piensa cómo cada app que tienes puede llevarte a glorificar a Dios y a servir a tu prójimo.
No es drama, es adoración
Todo esto puede sonar algo dramático para algunos. Temo que subestimamos el sofisticado diseño de los dispositivos móviles que nos acompañan día tras día. Se nos escapa lo mucho que nos influencian y la manera en que atraen nuestra atención, desviándonos de las buenas obras que Dios ha preparado para nosotros (Ef 2:10).
Cuando escribe «ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31), el apóstol Pablo nos recuerda que no hay nada —por cotidiano y ordinario que parezca— que no pueda y deba ser hecho para la alabanza de nuestro Señor. ¿Por qué no habríamos de incluir el uso de nuestro teléfono en ese «cualquier otra cosa»?
Si vas a decir que tu teléfono es una herramienta, úsalo como tal. La alternativa es que los que están detrás del móvil te utilicen a ti.
ANA ÁVILA