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Nuestros hijos necesitan ver la debilidad - 1 Corintios 1:25
Estudio Biblico
“¿Podrías por favor, por favor venir conmigo? Realmente quiero que estés allí. Todas las otras mamás van”.
Mi hija me suplicaba que fuera voluntaria en el día de campo para su clase de jardín de infantes. ¿Cómo podría negarme a una solicitud tan sincera? Pero como no podía navegar al aire libre sin ayuda, tuve que decir que no una vez más. Ella asintió con la cabeza comprensivamente cuando le expliqué por qué: estaba acostumbrada a la decepción. Ella no sabía cuánto deseaba ir, cuánto anhelaba conectarme con ella en la escuela o cuán culpable me sentía de que se lo estaba perdiendo.
Antes de tener hijos, mi discapacidad me afectaba principalmente. Podía elegir lo que quería hacer, y me enseñé a querer solo aquellas actividades que eran físicamente posibles para mí. Pero después de tener hijos, enfrenté responsabilidades y solicitudes más desafiantes, recordatorios constantes de lo que no podía hacer. Me sentí culpable y responsable de lo que les faltaba a mis niñas debido a mis limitaciones.
A lo largo de los años, he conocido a otros padres que también se sienten inadecuados: restricciones financieras, falta de educación, recursos limitados, un hijo que lo consume todo, sus propias batallas emocionales, disfunción familiar o toda una letanía de otras luchas. Al igual que yo, estaban convencidos de que sus incapacidades ponían a sus hijos en desventaja.
Sin embargo, Dios, en su infinita sabiduría, nos ha elegido para ser los padres de nuestros hijos.
La dependencia puede ser una fortaleza
En mi fragilidad, confío más en Dios. Necesito su poder y sabiduría porque no tengo poder ni sabiduría en mí mismo. Y he descubierto que dado que “lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” ( 1 Corintios 1:25 ), tengo recursos inimaginables a mi disposición.
Cuando pido sabiduría, Dios generosamente me la da. Cuando espero en el Señor, él renueva mis fuerzas. Cuando estoy cansado y atribulado, él me da descanso. Cuando me vuelvo a Dios, él me da todo lo que necesito.
Mi dependencia y limitaciones se han convertido en mis mayores fortalezas porque me empujan a orar antes de responder o actuar. Cuando podía hacer fácilmente lo que mis hijos me pedían, no buscaba la sabiduría ni la ayuda de Dios. acabo de responder No consideré alternativas o peligros potenciales. Supuse que lo tenía bajo control.
Una vez, los israelitas fueron engañados por sus vecinos gabaonitas, quienes afirmaron haber venido de una tierra lejana y presentaron costales rotos, provisiones secas y ropa gastada como prueba. Los israelitas “no pidieron consejo al Señor” ( Josué 9:14 ) porque parecía obvio qué hacer. Puedo relacionarme con sus acciones, mientras miro hacia atrás a las decisiones impulsivas que tomé sin pensar mucho en ellas. Decisiones de las que a menudo me arrepiento más tarde. Pero cuando mis hijos me pidieron cosas que estaban más allá de mis capacidades, tuve que pedirle a Dios sabiduría y ayuda. Tal como lo hizo Josafat cuando le dijo al Señor: “Somos impotentes contra esta gran multitud que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, pero nuestros ojos están puestos en ti” ( 2 Crónicas 20:12 ).
La debilidad me hizo una mejor mamá
En mi debilidad, rogué a Dios por ayuda tangible y específica y vi respuestas concretas a la oración. Cuanto más preguntaba, más respondía Dios. Cuanto más necesitaba, más me proporcionaba. Cuanto más buscaba a Dios, más fácilmente lo encontraba. Me habría perdido de bendiciones incalculables si no hubiera estado tan necesitado.
Mi condición física implica un dolor y una debilidad crecientes, por lo que diariamente me arrastraba a Jesús cansado y cargado, y él me daba descanso. Tuve que dejar ir mi deseo de hacer las cosas perfectamente, de satisfacer las necesidades de los demás, de desgastarme hasta el agotamiento. Una vez había sido Marta, destrozada por mucho servicio, pero mi discapacidad me obligó a asumir el papel de María ( Lucas 10:38–42 ). Sin embargo, fue solo entonces que descubrí la riqueza de sentarme a los pies de Jesús, confiándole todo lo que se sentía deshecho.
Dios usó mi debilidad para hacerme una mejor madre y forjar un carácter más profundo en mis hijos.
Cuando me enfrentaba a algo que no podía hacer, a veces me preguntaba si mis hijas habrían estado mejor en una familia diferente. Pero Dios me aseguró que él me escogió personalmente para abordar sus fortalezas y luchas únicas. Cristo nos equipa y fortalece para todo lo que nuestros hijos necesitan ( Filipenses 4:13 , 19 ), para que no nos sintamos inadecuados.
Lo que Dios hizo a través de la debilidad
Mientras me consumía con lo que no podía hacer por mis hijos, casi perdí lo que Dios estaba haciendo en ellos debido a mi debilidad. Ahora veo que ambos son creativos para resolver problemas. Se presentan ante la gente y mantienen sus compromisos.
También son compasivos y afectuosos, se dan cuenta de lo que la gente necesita y cuidan a las personas con habilidades diferentes. Incluso cuando eran niños pequeños, nunca miraban ni preguntaban a extraños: "¿Qué te pasa?" Una vez, cuando la maestra de primer grado de mi hija mayor dejó caer sus papeles en clase, Katie inmediatamente saltó de su asiento al otro lado del salón para recogerlos. Ninguno de los otros estudiantes intentó siquiera levantarse. Cuando la maestra me contó la historia, me di cuenta de que Dios estaba moldeando a mis hijas a través de mi discapacidad de maneras que yo ni siquiera había notado.
Mi hija menor vio la bendición de clamar a Dios una noche lluviosa cuando la llevaba a su partido de baloncesto en un pueblo vecino. En el tráfico de paradas y arranques, mi pierna comenzó a fallar y no había forma de salir de la carretera. Las lágrimas rodaron por mis mejillas: me sentí inadecuado, asustado y abrumado una vez más.
Cuando Kristi se dio cuenta de lo que estaba pasando, inmediatamente dijo en voz alta: “Dios, por favor, haz que la pierna de mi mamá se sienta más fuerte y despeja el tráfico”. Nos turnamos para orar juntos de un lado a otro. En cuestión de minutos, dejamos de ver las luces de freno rojas y los calambres en mi pierna se aliviaron cuando llegamos al juego justo a tiempo. De camino a casa, comentó cómo Dios contestó nuestras oraciones.
Nuestras grietas les ayudan a ver
Nuestras debilidades podrían ser la causa de la fe de nuestros hijos. Aprenden a confiar en Dios para las cosas que no podemos hacer. Nos ven orar. Ellos ven nuestras limitaciones. Y obtienen un asiento de primera fila para ver cómo Dios provee. Al observar de cerca nuestras frágiles y defectuosas vasijas de barro, ven el poder supremo que pertenece a Dios y no a nosotros ( 2 Corintios 4:7 ). De esta manera, nuestras grietas les ayudan a ver.
La crianza de los hijos a través de la debilidad puede traer gloria a Dios. A medida que confiamos en Dios y su gracia, él brilla a través de nuestras vidas. La gracia de Dios es suficiente para nosotros, y su poder se perfecciona en la debilidad ( 2 Corintios 12:9 ). ¿Qué más podríamos desear?
Vaneetha Rendall Risner
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